Contemplar el rostro de Cristo con el corazón de María

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

 

El mes de octubre es el mes del rosario. Así mismo, esta semana hemos celebrado la festividad de la Virgen del Rosario, advocación que revive y conmemora la importancia de dirigirnos a Nuestra Madre a través del rezo del santo rosario. Fue precisamente Ella, la Madre de Dios, quien nos pidió rezarlo y hacerlo vida desde la intimidad de nuestros corazones de barro para que, a través de esta plegaria, podamos obtener abundantes gracias.

Y lo hizo por medio de santo Domingo de Guzmán, a quien la Santísima Virgen se le apareció en el año 1208. Este sacerdote burgalés había abandonado todas sus posesiones y se había marchado al sur de Francia para acercar el Evangelio a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albigense. Como solo saben hacer las madres, la Virgen puso el rosario sobre las manos de Domingo y, en una caricia almada de silencio y plenitud, le enseñó cómo rezarlo. Después, le encomendó la preciosa tarea de propagar esta devoción hasta los confines del mundo.

La misión de santo Domingo, consumada en una época en la que Europa estaba sumida en una densa oscuridad, no se hizo esperar. Con el rosario aprehendido a su alma, predicó la Palabra de Dios en cada uno de los rincones que sus pies hallaban. Sin descanso, sin fronteras, sin miedo a perder la vida por la misión de Dios y de su Madre. Y lo hizo tanto y de tal manera que convirtió el rezo del santo rosario en una oración muy querida en la Iglesia.

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Evangelio del domingo, 10 de octubre de 2021

Escuchar lecturas y homilía

Iba Jesús caminando entre sus discípulos y otras gentes, cuando viene uno que se arrodilla y, teniendo en gran estima a Jesús, le llama: “Maestro bueno”. Es un joven bueno, no un pecador, y le pregunta sobre algo esencial en nuestra vida: “¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?” Es una gran pregunta que todos debemos hacer, porque es lo que más nos interesa. Jesús le responde diciendo que debe cumplir los mandamientos. Y le cita unos cuantos. Aquel joven, como dije, es bueno y los ha cumplido todos. Alguno de nosotros le diríamos: Qué bien, sigue así. O quizá alguno le induciría a la soberbia alabándole y comparándole con tantos jóvenes viciosos.

Pero Jesús quiere más. Y quiere más de él precisamente porque le ama. A veces tenemos miedo de que Dios nos pida algo. Y quizá no nos atrevemos a dar lo que nos pide, porque nos va a pedir más. Esto es cierto, pero si nos pide algo es porque nos va a dar más. Y lo que nos pide es para nuestra felicidad. Eso no es fácil entenderlo, sobre todo si se está apegado a las cosas materiales. El hecho es que Jesús le miró con amor y le dijo: “Vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres... Después ven y sígueme”. Aquel joven se puso triste y se marchó, porque tenía mucha riqueza.

A veces, cuando leemos este evangelio, nos quedamos tan tranquilos porque creemos que, por las palabras duras que pronuncia luego Jesús contra los que tienen riquezas, va contra los muy ricos y pecadores; pero que no nos atañen a nosotros. Antes ya he dicho que Jesús no se está dirigiendo a ningún pecador, sino a quien cumple todos los mandamientos. Así Jesús se está dirigiendo a quien va a misa todos los domingos, que no hace ningún mal a nadie, que está casado normal y amando a su esposa (o), que no hace trampas en los negocios, no habla mal de otros y cuida a sus padres. ¿Entonces? Pues que Jesús quiere más: que no estemos atados a las riquezas. Hay varias clases de riquezas, a las cuales estamos atados. Pueden ser varios negocios, que impiden tener tiempo, no sólo de ir a misa, sino de reuniones para la caridad o para grupos de apostolado. Pueden ser amigos o amigas que nos hacen gastar mucho dinero que podría ser para los pobres u obras de apostolado. Pueden ser ataduras a juegos y diversiones, que nos impiden tener suficiente paz en la familia.

Jesús hoy dice que las riquezas impiden entrar en el Reino de los cielos. No son las riquezas como tales, ya que ha habido santos ricos y reyes; pero es muy difícil. Tan difícil como lo del camello pasando por el ojo de una aguja. Es una de aquellas frases populares, que Jesús usaba, para expresar mucha dificultad. No es lo mismo tener veneno que envenenarse; pero si no nos queremos envenenar procuraremos no tenerlo constantemente a nuestro alcance. Lo que Jesús pide es que, si queremos seguirle más de cerca, debemos tener el corazón libre de ataduras mundanas. Esto es porque hay pobres, gente sin dinero, que están muy atados a los bienes materiales: en cuanto a lo poco que tienen y sobre todo en cuanto al deseo. El hecho es que por el dinero vienen muchos males, como la mayoría de las guerras, odios e infidelidades.

Así que estas expresiones son para todos. El mismo san Pedro se espantó y se sintió aludido y por eso exclamó que lo habían dejado todo. Todavía pensaba en una recompensa material que les diera Jesús. Y ciertamente nos dice que habrá una recompensa muy grande para aquel que quiera tener el corazón libre pensando en seguir al Señor. Esa recompensa muchas veces se verá en esta misma vida por la alegría que da el seguir al Señor. La historia nos dice que las riquezas endurecen el corazón y muchas veces sienten la tristeza, como le pasó a aquel joven, o como más trágicamente le pasó a Judas Iscariote. Jesús no nos propone un programa social, sino una actitud de libertad en el corazón. A veces se pueden tener unos bienes, como les pasaba a los mismos apóstoles, o a Jesús, cuando era invitado a una casa de ricos; pero esos bienes deben servirnos para amar más a Dios y hacer el bien a los demás.

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El Jubileo de los trabajadores

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

En una sociedad «realmente desarrollada», el trabajo «es una dimensión irrenunciable de la vida social». Con estas palabras, escritas por el Papa Francisco en Fratelli tutti (162), celebramos el Jubileo de los trabajadores.

Este encuentro, que nace en el marco de las actividades que se vienen celebrando en nuestra archidiócesis de Burgos con motivo del Año Jubilar, nos impulsa a comprometernos –con la Doctrina Social de la Iglesia en la piel del corazón– en que el trabajo sea verdaderamente humano y para que la humanidad encuentre en el trabajo una participación en la actividad creadora de Dios.

Ciertamente, hay lugares que requieren un cuidado particular (Laudato si´, 37). La Pastoral obrera es uno de ellos, pues nace de la belleza del compromiso humano que se forjó en el taller de Nazaret. Allí san José trabajó de manera incansable para sostener, con todo el esfuerzo que cabía en sus manos, a la Sagrada Familia. Él, corazón sencillo, agradecido y silente ante el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, enseñó a Jesús a trabajar para que Él mismo –siendo Quien era– conociese el valor del esfuerzo, de la entrega en el trabajo y de la fatiga.

Ese ejemplo del Hijo de Dios hecho hombre trabajando con san José en el taller de Nazaret es la puerta que abre la esperanza de un Jubileo como el que ahora celebramos.

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Evangelio del domingo, 3 de octubre de 2021

Escuchar lecturas y homilía

Puedes ver la misa del sábado tarde aquí:

En la familia todo está entrelazado: cuando su alma está herida en algún punto, la infección contagia a todos. Y cuando un hombre y una mujer, que se han comprometido a ser “una sola carne” y a formar una familia, piensa obsesivamente en las propias exigencias de libertad y de gratificación, esta distorsión afecta profundamente el corazón y la vida de los hijos. Tantas veces los niños se esconden para llorar solos... Debemos entender bien esto.

Marido y mujer son una sola carne. Pero sus criaturas son carne de su carne. Si pensamos en la dureza con la que Jesús advierte a los adultos sobre no escandalizar a los pequeños podemos comprender mejor también su palabra sobre la grave responsabilidad de custodiar la unión conyugal que da inicio a la familia humana. Cuando el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, todas las heridas y todos los abandonos del papá y de la mamá inciden en la carne viva de los hijos.

Es verdad, por otra parte, que hay casos en los que la separación es inevitable. A veces se puede convertir incluso en moralmente necesaria, cuando se trata precisamente para proteger al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, del enfado o del aprovecharse, de la alienación y de la indiferencia.

(Catequesis de S.S. Francisco, 24 de junio de 2015).

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Concluye la reforma de la entrada principal

Durante el pasado verano, la parroquia ha continuado con las mejoras en la fachada principal que como recordaréis se encontraba muy deteriorada por la presencia de las palomas y la inclemencia del tiempo.

Incialmente se sustituyeron las tres puertas principales de acceso a la parroquia. Esta vez ha correspondido la sustitución de las estructuras de plástico que cubrían la parte superior de la entrada por una nueva estructura de cristal y forjado de madera.

Parroquia Sagrada Familia