El Jubileo de los trabajadores

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

 

En una sociedad «realmente desarrollada», el trabajo «es una dimensión irrenunciable de la vida social». Con estas palabras, escritas por el Papa Francisco en Fratelli tutti (162), celebramos el Jubileo de los trabajadores.

Este encuentro, que nace en el marco de las actividades que se vienen celebrando en nuestra archidiócesis de Burgos con motivo del Año Jubilar, nos impulsa a comprometernos –con la Doctrina Social de la Iglesia en la piel del corazón– en que el trabajo sea verdaderamente humano y para que la humanidad encuentre en el trabajo una participación en la actividad creadora de Dios.

Ciertamente, hay lugares que requieren un cuidado particular (Laudato si´, 37). La Pastoral obrera es uno de ellos, pues nace de la belleza del compromiso humano que se forjó en el taller de Nazaret. Allí san José trabajó de manera incansable para sostener, con todo el esfuerzo que cabía en sus manos, a la Sagrada Familia. Él, corazón sencillo, agradecido y silente ante el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, enseñó a Jesús a trabajar para que Él mismo –siendo Quien era– conociese el valor del esfuerzo, de la entrega en el trabajo y de la fatiga.

Ese ejemplo del Hijo de Dios hecho hombre trabajando con san José en el taller de Nazaret es la puerta que abre la esperanza de un Jubileo como el que ahora celebramos.

La fiesta del trabajo comienza allí donde la dignidad y la justicia social encuentran un sitio privilegiado en la mesa. Una fiesta que trae a la memoria el esfuerzo de tantos discípulos que, cumpliendo el mandato del Señor de la Vida, habéis caminado y camináis en esta Iglesia humilde y fiel que peregrina en nuestra archidiócesis burgalesa.

Sois, en palabras pronunciadas por el Papa san Juan Pablo II en su discurso del año 2000 en Tor Vergata, «constructores de un futuro de esperanza, justicia y solidaridad para la humanidad entera». Un camino de civilización en el que, a veces, «se agravan fenómenos como el desempleo, la explotación de menores y la insuficiencia de los salarios». Un horizonte, sin duda, que hemos de atajar desde la raíz, hasta que constituyamos en el mundo «una coalición a favor del trabajo digno».

Este cuidado del bien común pasa indefectiblemente por procurar que en cada hogar abunde la posibilidad de desarrollar las propias cualidades en el ámbito laboral. Desde la Iglesia debemos poner siempre a la persona en el centro confiada a la fidelidad de Cristo. También siendo Evangelios vivientes y trabajadores de un Reino que anuncia a los pobres la Buena Noticia, proclama la liberación a los cautivos y da la vista a los ciegos, libera a los oprimidos y proclama un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19).

Este Jubileo de los trabajadores debe abrirnos los ojos a la marginación, a la indiferencia y a la pobreza. Una realidad que constatamos, como cada año, en la Jornada Mundial por el trabajo decente, que celebramos el próximo 7 de octubre. Merced a esta jornada, que nace con el deseo de sensibilizar y visibilizar la importancia de extender en la sociedad y en la Iglesia la defensa del trabajo digno, la comunidad cristiana proclama que el trabajo debe ser siempre humanizador y fuente de fraternidad y edificación de una sociedad a la medida del corazón humano que late en el seno del corazón de Dios.

En el esfuerzo de hacer del trabajo un instrumento de esperanza y vida nueva, «no podemos cortar las alas a quienes, en especial jóvenes, tienen mucho para dar con su inteligencia y capacidad», tal y como manifiesta el Papa Francisco. Ciertamente, a ellos «se los debe liberar de los pesos que les oprimen y les impiden entrar con pleno derecho y cuanto antes en el mundo del trabajo».

Ponemos nuestro anhelo de alcanzar un futuro laboral justo y humano en la Virgen María, Madre de la Esperanza, y le pedimos que nos ayude a tender puentes entre el mundo del trabajo, la Iglesia y la humanidad entera. Nunca olvidemos, durante este Jubileo y por el resto de nuestros días, que persona, trabajo, familia y edificación de una sociedad justa y fraterna son cuatro realidades que deben ir siempre de la mano.

Con gran afecto, os envío la bendición de Dios.

Parroquia Sagrada Familia