SOS TEMPLOS: Ayúdanos a preservar nuestro legado cultural y espiritual

La Campaña Pro-templos es una iniciativa de la Archidiócesis de Burgos que nació en 2006 para recordar el valor de su patrimonio y concienciar a toda la sociedad que su conservación es responsabilidad de todos.

El segundo domingo de agosto se celebra una colecta en todas las iglesias para ayudar a los templos que más lo necesitan en el ámbito rural. Este gesto de solidaridad se quiere extender a todo el verano para que puedan contribuir a través de pequeños donativos todas las personas que lo deseen.

Esta iniciativa permite recaudar más de 40.000€ en un solo fin de semana. Con esta iniciativa y con el Convenio de Goteras, cofinanciado con Diputación Provincial de Burgos, se han restaurado más de 900 templos.

Visita la web protemplos.es y haz tu donativo.

Evangelio del martes, 15 de agosto de 2023 Fiesta de la Asunción de la Virgen María a los cielos

María sale de su casa y emprende un viaje, metáfora de todos los viajes del alma y de la vida misma. Debemos imitar a María, alegrándonos con los que se alegran y manifestárselo. Para que ocurra esto, en nuestro corazón debe reinar la alegría, la alegría de ser seguidor de Jesús, la alegría de sentirse habitado por todo un Dios, la alegría de vivir con sentido y gozo la propia vocación… Un corazón habitado por la alegría se alegra de las alegrías de los demás. María se alegró de la alegría de Isabel. ¿Tenemos un corazón habitado por la alegría?
También hemos de imitar a María al reconocer las obras grandes que ha hecho en nosotros. Reconocer que todo en nuestra vida es un regalo de Dios, desde la vida hasta la vida eterna de la plenitud de felicidad, pasando por el regalo de su Hijo y todo lo que Él nos ha regalado y nos sigue regalando ya en este nuestro trayecto terreno. Imitemos a María.

El papa Francisco lo expresaba así: “La fiesta de la Asunción de María es una llamada para todos nosotros, especialmente para los que están afligidos por las dudas y la tristeza, y miran hacia abajo, no pueden levantar la mirada. Miremos hacia arriba, el cielo está abierto; no infunde miedo, ya no está distante, porque en el umbral del cielo hay una madre que nos espera y es nuestra madre. Nos ama, nos sonríe y nos socorre con delicadeza”.

“Como toda madre, quiere lo mejor para sus hijos y nos dice: “Sois preciosos a los ojos de Dios; no estáis hechos para las pequeñas satisfacciones del mundo, sino para las grandes alegrías del cielo”. Sí, porque Dios es alegría, no aburrimiento. Dios es alegría. Dejémonos llevar por la mano de la Virgen”.

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Empezó a hundirse y gritó: ‘Señor, sálvame’

Hoy, la experiencia de Pedro refleja situaciones que hemos experimentado también nosotros más de una vez. ¿Quién no ha visto hacer aguas sus proyectos y no ha experimentado la tentación del desánimo o de la desesperación? En circunstancias así, debemos reavivar la fe y decir con el salmista: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 85,8).

Para la mentalidad antigua, el mar era el lugar donde habitaban las fuerzas del mal, el reino de la muerte, amenazador para el hombre. Al “andar sobre el agua” (cf. Mt 14,25), Jesús nos indica que con su muerte y resurrección triunfa sobre el poder del mal y de la muerte, que nos amenaza y busca destrozarnos. Nuestra existencia, ¿no es también como una frágil embarcación, sacudida por las olas, que atraviesa el mar de la vida y que espera llegar a una meta que tenga sentido?

Pedro creía tener una fe clara y una fuerza muy consistente, pero «empezó a hundirse» (Mt 14,30); Pedro había asegurado a Jesús que estaba dispuesto a seguirlo hasta morir, pero su debilidad lo acobardó y negó al Maestro en los hechos de la Pasión. ¿Por qué Pedro se hunde justo cuando empieza a andar sobre el agua? Porque, en vez de mirar a Jesucristo, miró al mar y eso le hizo perder fuerza y, a partir de ese instante, su confianza en el Señor se debilitó y los pies no le respondieron. Pero, Jesús le «extendió la mano, lo agarró» (Mt 14,31) y lo salvó.

Después de su resurrección, el Señor no permite que su apóstol se hunda en el remordimiento y la desesperación y le devuelve la confianza con su perdón generoso. ¿A quién miro yo en el combate de la vida? Cuando noto que el peso de mis pecados y errores me arrastra y me hunde, ¿dejo que el buen Jesús alargue su mano y me salve?

Evangelio del domingo, 13 de agosto de 2023

 Jesús acababa de realizar el milagro de la multiplicación de panes y peces. Hoy nos dice el evangelio que “obligó a sus discípulos a marcharse en la barca mientras El despedía a la gente”. Este es un gesto severo por parte de Jesús, que realiza cuando tiene alguna tentación. La tentación, según nos cuenta el evangelista san Juan, era que la gente, después del milagro, quería proclamar a Jesús como rey. No habían entendido el sentido mesiánico de la vida de Jesús sufriente y servidor. Pensaban en un Mesías triunfante, que, como entonces, les pudiera dar siempre de comer. Jesús sabía que los apóstoles no estaban lejos de esas ideas y que se unirían a la idea de proclamarlo rey material. Por eso les obliga a marcharse y con paciencia procura tratar de convencer a la gente para que se vayan en paz. Jesús entonces se retira al interior de aquel monte a orar. Pediría fuerzas a su Padre para continuar en su misión.

Se nos habla después de la tormenta que se suscita en torno a la barca donde iban los apóstoles. Según el modo oriental de escribir, aquí de manera simbólica quiere hablar de varias tormentas. En primer lugar la tormenta que había en el alma de los apóstoles. Luchaban con la idea que habían aprendido siempre sobre el sentido de grandeza humana que se daba al Mesías y lo que veían hacer y decir a Jesús. En su alma se mezclaba la fe con la duda. También en nosotros hay fe y hay tempestades. El poder de Jesús no consiste en que no se levanten tempestades, sino en que se haga sentir en medio de ellas. Por eso Jesús se hace presente en medio de la tempestad.

Dice el evangelio que Jesús se acercó caminando sobre el agua. El agua, según el lenguaje simbólico de la Biblia, representa muchas veces las fuerzas del mal. Jesús siempre está por encima del mal para darnos la paz en el bien. Dios siempre nos da la paz. Todo lo que produce intranquilidad no es de Dios, sino del diablo. Los apóstoles creen que es un fantasma y gritan; pero Pedro, que es el más voluntarioso, cuando ha escuchado la voz de su Maestro, que les quiere dar confianza, le pide su permiso para caminar hacia El y Jesús le dice: “Ven”. En nuestra vida también hay momentos donde se nos hace difícil tomar una decisión, porque nos parece que todo está en contra. Si escuchamos la voz de Dios que nos dice: “ven”, vayamos con valentía. La fe serena en el Señor nos da las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades.

Y san Pedro comenzó a hundirse. Su fe se tambaleó ante las dificultades: Dejó de mirar a Jesús y se fijó más en las dificultades que lo rodeaban. Pero gritó: “Señor, sálvame”. Este es el gran ejemplo para nuestra vida. Habrá momentos en que todo parece que se hunde y aun las cosas que creemos haber hecho para la gloria de Dios. En esos momentos tengamos al menos la suficiente fe como para clamar a Dios: “Sálvame”. Y en verdad que sentiremos la mano amorosa de Jesús que como a Pedro nos levanta. Quizá oigamos, como lo oyó Pedro, la voz cariñosa que nos advierte: “¿Por qué has dudado?”. Nosotros le digamos con amor: “Jesús, en ti confío”.

Y subiendo Jesús a la barca, se calmó el viento. A través de los comentaristas más antiguos este pasaje es símbolo de lo que pasa en la Iglesia. Quizá san Mateo lo escribía pensando ya en lo que pasaba en su comunidad cristiana. A través de la historia ha tenido y tiene la Iglesia muchas dificultades que provienen desde el interior y del exterior de ella. Ha habido muchos escritores que han creído que esa barca eclesial estaba ya a pique. Pero desconocían la fuerza de la presencia de Jesús en ella. No es sólo una presencia simbólica y externa, como puede ser representada en la jerarquía, que puede fallar o la pueden hacer desaparecer por cierto tiempo, sino es una presencia real, positiva, que a veces se deja sentir en medio de una gran tormenta o que a veces se presenta en ella y en cada uno de nosotros de una manera suave como la brisa. Así se manifiesta la presencia de Dios al profeta Elías en la primera lectura de hoy, cuando está perseguido y cree que todo está hundido.

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La Asunción de la Virgen María en nuestra catedral de Burgos

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

«¿Por qué este gozo íntimo que advertimos hoy, con el corazón que parece querer saltar del pecho, con el alma inundada de paz? Porque celebramos la glorificación de nuestra Madre y es natural que sus hijos sintamos un especial júbilo, al ver cómo la honra la Trinidad Beatísima». Estas palabras, pronunciadas por san Josemaría Escrivá en 1961, recuerdan que hay una alegría que lo baña todo porque estamos a las puertas de una fecha muy especial: el 15 de agosto, en la que la Iglesia celebra la solemnidad litúrgica de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos.

Un misterio venerado y profesado por el pueblo fiel durante siglos, proclamado como dogma en 1950 por el Papa Pío XII. Una fiesta que perpetúa la liberación de la Virgen María, la Madre del Redentor, de la corrupción del sepulcro para ser elevada a los cielos, donde intercede por nosotros con amor materno.

Y todas y cada una de las personas que peregrinamos en esta Iglesia burgalesa sellamos a fuego esta fecha en nuestro calendario, pues nuestra catedral de Burgos está dedicada a la Asunción de María: que representa el consuelo para el pueblo y la esperanza de una vida que llega hasta el cielo y allí alcanza su plenitud.

El Papa Benedicto XVI, al hablar de este dogma y del privilegio de la glorificación de María por ser la Madre de Dios, afirmó en 2011 que «María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios». Su amor nos precede hasta que lleguemos a su abrazo eterno, a la meta definitiva, a ese sueño que anhelamos cumplir y que se hará realidad en el corazón del cielo».

María, unida al cuerpo transfigurado y glorioso de Jesús, es la Madre de la humanidad entera y, por tanto, no se separa de nosotros, sino que continúa acompañándonos, cuidándonos y sosteniéndonos de la mano del Padre. Es, por ello, un motivo de alegría, de ventura y de esperanza.

Esta solemnidad nos recuerda –a la luz del Magnificat (Lc 1, 39-56)– un detalle significativo y muy especial: que nuestra carne también será asumida en la gloria celestial. Así, la Asunción de María es anticipación de nuestra propia resurrección. Y su amor gratuito de Madre, extendido de generación en generación, es el espejo donde hemos de mirarnos para alcanzar la tan esperada salvación.

El Papa Francisco, al ser preguntado por esta solemnidad que vamos a celebrar, recordaba el secreto de la Madre del Señor: «Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino que conduce al cielo». El secreto del recorrido, confesaba, «está contenido en la palabra humildad». En este sentido, «la pequeñez y el servicio son los secretos para alcanzar la meta».

Dios levanta a quien se abaja, a quien se pone en el último lugar para servir. Si María, modelo de correspondencia a la gracia que llegó a alcanzar el cielo siendo inmaculada, no se atribuye más título que el de sierva y esclava, ¿cómo no vamos a tener presente el mandamiento del amor?

«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Lc 14, 1. 7-11). Como hizo María, la causa de nuestra alegría. Ella nos invita a seguir las huellas de su Hijo, quien no vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt 20, 17-28). Sin esperar recompensa, solamente por su deseo de amarnos hasta el extremo.

Que la belleza de su corazón de Madre, donde el Verbo se hizo carne para habitar eternamente entre nosotros, sea el reflejo donde podamos mirarnos cada día. En este día de acción de gracias quisiera también enviar un saludo fraterno a la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) que hoy, en Segovia, clausura su XIV Asamblea General, con asistencia de varios miembros procedentes de Burgos.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Parroquia Sagrada Familia