Domingo 26 noviembre. Oración por los enfermos y las familias

El próximo domingo 26 de noviembre se celebrará a las 19h. durante la adoración del Santísimo y a las 19:30h. en la eucaristía, la oración por los enfermos y las familias.

Puedes escribir en las papeletas tu nombre o el de cualquier otra persona por el que quieras pedir y dejarla bajo el Jesús de la divina misericordia y así unos por otros rezamos juntos.

«A todo el que tiene, se le dará y le sobrará»

Hoy, Jesús nos narra otra parábola del juicio. Nos acercamos a la fiesta del Adviento y, por tanto, el final del año litúrgico está cerca.

Dios, dándonos la vida, nos ha entregado también unas posibilidades -más pequeñas o más grandes- de desarrollo personal, ético y religioso. No importa si uno tiene mucho o poco, lo importante es que se ha de hacer rendir lo que hemos recibido. El hombre de nuestra parábola, que esconde su talento por miedo al amo, no ha sabido arriesgarse: «El que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor» (Mt 25,18). Quizá el núcleo de la parábola pueda ser éste: hemos de tener la concepción de un Dios que nos empuja a salir de nosotros mismos, que nos anima a vivir la libertad por el Reino de Dios.

La palabra "talento" de esta parábola -que no es nada más que un peso que denota la cantidad de 30 Kg de plata- ha hecho tanta fortuna, que incluso ya se la emplea en el lenguaje popular para designar las cualidades de una persona. Pero la parábola no excluye que los talentos que Dios nos ha dado no sean sólo nuestras posibilidades, sino también nuestras limitaciones. Lo que somos y lo que tenemos, eso es el material con el que Dios quiere hacer de nosotros una nueva realidad.

La frase «a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt 25,29), no es, naturalmente, una máxima para animar al consumo, sino que sólo se puede entender a nivel de amor y de generosidad. Efectivamente, si correspondemos a los dones de Dios confiando en su ayuda, entonces experimentaremos que es Él quien da el incremento: «Las historias de tantas personas sencillas, bondadosas, a las que la fe ha hecho buenas, demuestran que la fe produce efectos muy positivos (…). Y, al revés: también hemos de constatar que la sociedad, con la evaporación de la fe, se ha vuelto más dura…» (Benedicto XVI).

Evangelio del domingo, 19 de noviembre de 2023

Estamos terminando el año litúrgico y todos los años por estas fechas la Iglesia nos presenta para nuestra reflexión temas sobre nuestro fin o sobre el premio o castigo que merecerán nuestros actos. Varias veces el Evangelio nos recuerda que nosotros somos administradores de las cosas que, decimos, nos pertenecen; pero que en realidad son dones de Dios, que nos presta para nuestro bien. Desgraciadamente muchas veces los empleamos para el mal o no los empleamos del todo para el bien. Con mucha frecuencia no nos ayudan para amar más a Dios y ser más solidarios con el prójimo.

Hoy Jesús con esta parábola de los talentos nos quiere dar una gran lección: que con los dones que Dios nos da no solamente no tenemos que hacer el mal, sino que debemos hacer positivamente el bien. También podía tener otras finalidades la parábola, como era el recordar de nuevo Jesús a los jefes religiosos de Israel que ellos no tenían la exclusiva de las gracias de Dios, como así se lo recordaba Jesús de varias maneras en las últimas semanas de su vida. Dios quiere que todos se salven, y por lo tanto, si ellos se quedan inactivos y no hacen algo positivo para que otros conozcan la bondad de Dios, tendrán un severo castigo, aunque hayan sido predilectos de Dios.

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No apartes tu rostro del pobre

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

Hoy, por séptima vez desde que la instituyó el Papa Francisco, celebramos la Jornada Mundial de los Pobres: un signo copioso de la misericordia del Padre, una cita que sella –de principio a fin– nuestro compromiso con los preferidos de Dios.

Hacer del Evangelio nuestra hoja de ruta solo adquiere un sentido verdadero cuando comprendemos que el Reino de Dios es la bienaventuranza que sana y salva a todos y de modo particular a los más necesitados. La Buena Noticia proclamada por el Señor supone el triunfo verdadero sobre todo lo que nos impide ser y vivir hasta el fondo la filiación divina. Una victoria que alcanza su plenitud en los más débiles, en aquellos que sufren cualquier tipo de pobreza, la enfermedad, la soledad, la angustia o la marginación. Nosotros también estamos en este grupo de pobres y necesitados. Y, si no nos damos cuenta es que, además de pobres, estamos ciegos.

No apartes tu rostro del pobre (Tb 4, 7), reza el lema de este año para una Jornada que nos ayuda a «captar la esencia de nuestro testimonio», tal y como expresa en su carta el Papa Francisco. Y lo cuenta mediante una escena familiar: «Tobit despide a su hijo Tobías, que está a punto de emprender un largo viaje. El anciano teme no volver a ver a su hijo y, por ello, le deja su testamento espiritual». Tobit había sido deportado a Nínive y se había quedado ciego tras llevar a cabo un acto de misericordia, «por lo que era doblemente pobre». Pero siempre había tenido una certeza, expresada en el sentido que su nombre significaba: «El Señor ha sido mi bien». Este hombre, que siempre confió en el Señor, tal y como relata el Papa, «no desea tanto dejarle a su hijo algún bien material, cuanto el testimonio del camino a seguir en la vida, por eso le dice: “Acuérdate del Señor todos los días de tu vida, hijo mío, y no peques deliberadamente ni quebrantes sus mandamientos. Realiza obras de justicia todos los días de tu vida y no sigas los caminos de la injusticia” (4, 5)».

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Día de la Iglesia diocesana

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

«Un día me puse a pensar cuál será el último puesto que puede haber en el mundo. Y descubrí que el último puesto es a los pies de Judas. Y quise colocarme yo allí, pero no pude, porque allí estaba Jesucristo arrodillado lavándole los pies. Desde entonces creció mi aprecio por la humildad».

Tras estas palabras que pronunció san Francisco de Borja y que dejan paso a un tímido y fecundo silencio, deseo recapitular dónde nace lo verdaderamente importante de la fiesta que hoy celebramos: el Día de la Iglesia Diocesana.

Esta casa que nos cobija y nos reúne bajo el manto misericordioso del Señor es un hogar donde nos pertenecemos mutuamente y donde las alegrías y los padecimientos de nuestros hermanos son, también, los nuestros.

Por eso, nuestra alegría como Iglesia Diocesana es dejarnos afectar por la pena o la alegría de aquel que está sentado a nuestro lado, aunque apenas diga nada de aquello que le conmueve; es hacernos prójimos dejando en casa un universo entero de incertidumbres; es abandonarlo todo porque alguien necesita una palabra de aliento, un gesto de fe o un abrazo eucarístico que dé sentido a su vivir.

La alegría de nuestra fe no consiste en hablar de nosotros mismos y de todo cuanto construimos con nuestras propias manos, sino que se trata de reforzar el sentimiento de pertenencia al corazón compasivo del Padre.

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Parroquia Sagrada Familia