Evangelio del domingo, 24 de julio de 2022

Jesús oraba muchas veces. Los buenos israelitas solían hacerlo tres veces al día. Por eso no era extraño para los apóstoles ver a Jesús que se ponía a orar. Lo que les impactaba no era el hecho de orar, sino la manera de orar: el darse cuenta que Jesús hablaba verdaderamente con otra persona, que era su Padre, y quizá muchas veces le escucharían las palabras tiernas que dirigía a su Padre celestial. Por eso una vez que terminó su oración, le dijeron: “Señor, enséñanos a orar”. Un motivo, por lo que se lodijeron, era porque Juan Bautista había enseñado a orar a sus propios discípulos.

Jesús, como respuesta, les enseñó el Padrenuestro. Es muy posible que no fuese una oración en concreto enseñada una sola vez, sino que en diferentes momentos les fue enseñando cómo hablar con Dios y los deseos y peticiones más importantes. De esas enseñanzas, que solían ser parecidas, san Mateo nos presenta el “padrenuestro”, como lo conocemos, y san Lucas lo presenta un poquito más abreviado.

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Evangelio del domingo, 17 de julio de 2022

El evangelio nos recordaba que las dos mujeres, en este caso no aparece mencionado Lázaro, las dos mujeres acogen al Señor, las dos lo atienden. Cada una de un modo distinto. María escucha, es decir, esta aprendiendo del Señor no esta simplemente curioseando, esta recibiendo una palabra que la esta orientando y la esta levantando. Marta a su vez aparece muy ocupada en los quehaceres, en lo que tenia que hacer, esta ocupada sobre todo en ver como atender adecuadamente a este amigo que viene, tal vez haya sido la primera vez que se encontró con ellas. Lo esta queriendo atender muy bien y por eso esta muy ocupada. Yo me imagino que puede ser en la cocina, en arreglar el comedor, en estar que las cosas estén adecuadamente para la comida que ya va a venir, pensando en la estadía para este amigo para que le sea grata y ellas se sientan muy gratas.

Son muy distintas las maneras que tienen una escucha la otra trabaja pero son maneras complementarias por que de esa manera, oyéndolo y sirviéndolo, lo están atendiendo a El. Pero aun determinado momento surge una desunión entre ellas no solamente entre ellas sino entre ellas y el mismo Jesús. Marta se queja del trabajo “me deja sola” le dice a Jesús, Marta se queja de su hermana, no esta atendiendo como corresponde a todo lo quehaceres de la casa. Pero a su vez se queja de Jesús, ¿no te importa que ella me deje sola? Todo lo que estaba haciendo de hacendosa para homenajear a Jesús esta como amargado, ahora, con ese sabor triste y también de un cierto enojo “me deja sola” comienza a lamentarse de estar sola.

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VIII Centenario: bendición y gratitud

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Este miércoles, 20 de julio, cuando se cumplen 801 años de la colocación de la primera piedra de nuestra catedral, celebraremos a las 12 del mediodía una Eucaristía en este templo mayor, para dar gracias a Dios por todas las personas e instituciones que han participado y colaborado para que las actividades promovidas por la Fundación VIII Centenario de la Catedral hayan podido llevarse a cabo. Estáis todos cordialmente invitados a participar de esta acción de gracias.

Hemos celebrado un Jubileo lleno de gracia, de bendición y de gratitud. Un tiempo que ha sido testigo de un programa conmemorativo empapado por un dilatado abanico de actividades religiosas, culturales, educativas, artísticas, deportivas,… que ha inundado nuestra ciudad de armonía, de alegría y de fraternidad y que ha traspasado nuestras fronteras y llevado nuestra catedral y nuestra ciudad a todos los rincones de la geografía nacional e internacional.

Exposiciones, conferencias, conciertos, espectáculos o congresos han revestido cada uno de los cobijos de la catedral, haciéndola más preciosa aún, reconociendo a un Dios vivo en las miradas de quienes han puesto su corazón al servicio de esta Iglesia que peregrina en Burgos.

Todo, para celebrar los ocho siglos de historia de nuestra catedral. Y recuerdo, con infinita gratitud, al rey San Fernando y al obispo Mauricio, que pusieron la primera piedra de la nueva catedral en 1221, y que ahora –junto al Padre– observarán con gran gozo cómo nuestro majestuoso templo se ha convertido en el edificio más emblemático del gótico español.

Historia viva escrita en la piel de esta tierra de orígenes, que ha visto cómo sus lazos se han hecho aún mayores por medio de estas actividades que han impregnado de gratitud el octavo centenario catedralicio.

Durante este tiempo jubilar hemos tenido presente la capacidad de nuestro templo de generar cultura desde la fe, en el contexto de impulsar la evangelización, con intención de servir a una Iglesia que ensancha sus puertas para acoger y servir a todos, hasta alcanzar las fronteras de la tierra. Misión que ha estado muy viva durante estos años, aunando sentires a la luz de un solo Credo, poniendo voz a Dios en clave de belleza, acercando la Palabra que, transformada en arte, la ha puesto en las manos de aquellos que no tienen oportunidad de oírla.

Esta importante tarea la hemos venido poniendo en práctica, tejiendo encuentros, miradas y amistades, durante este tiempo de júbilo. Aunque la pandemia nos ha hecho tanto daño y muchos siguen llevando las dolorosas marchas de sus secuelas, el amor y la fraternidad se abren camino para mirar el futuro con esperanza. Y lo hemos experimentado siendo plenamente conscientes de que –como dejó escrito san Juan de la Cruz– «quien no ama, ya está muerto». Tal vez así, amando hasta el extremo y siendo todos uno, sea la única forma de que el mundo crea (Jn 17, 21).

A Santa María La Mayor, a quien está dedicado nuestro insigne templo, le ofrecemos toda nuestra gratitud por este Año Jubilar. Y le pedimos por nuestra archidiócesis, para que siga velando por los burgaleses que ponemos en Sus manos nuestras frágiles vidas. Que Ella, la Madre de Cristo, de la Iglesia y de los burgaleses, siga velando –en silencio– cada plegaria que nace en cada rincón de nuestra catedral.

Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga.

Un samaritano (...) tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas (...) y, montándole sobre su propia cabalgadura...

Hoy, nos preguntamos: «Y, ¿quién es mi prójimo?» (Lc 10,29). Cuentan de unos judíos que sentían curiosidad al ver desaparecer su rabino en la vigilia del sábado. Sospecharon que tenía un secreto, quizá con Dios, y confiaron a uno el encargo de seguirlo... Y así lo hizo, lleno de emoción, hasta una barriada miserable, donde vio al rabino cuidando y barriendo la casa de una mujer: era paralítica, y la servía y le preparaba una comida especial para la fiesta. Cuando volvió, le preguntaron al espía: «¿Dónde ha ido?; ¿al cielo, entre las nubes y las estrellas?». Y éste contestó: «¡No!, ha subido mucho más arriba».

Amar a los otros con obras es lo más alto; es donde se manifiesta el amor. ¡No pasar de largo!: «Es el propio Cristo quien alza su voz en los pobres para despertar la caridad de sus discípulos», afirma el Concilio Vaticano II en un documento.

Hacer de buen samaritano significa cambiar los planes («llegó junto a él»), dedicar tiempo («cuidó de él»)... Esto nos lleva a contemplar también la figura del posadero, como dijo san Juan Pablo II: «¡Qué habría podido hacer sin él? De hecho, el posadero, permaneciendo en el anonimato, realizó la mayor parte de la tarea. Todos podemos actuar como él cumpliendo las propias tareas con espíritu de servicio. Toda ocupación ofrece la oportunidad, más o menos directa, de ayudar a quien lo necesita (...). El cumplimiento fiel de los propios deberes profesionales ya es practicar el amor por las personas y la sociedad».

Dejarlo todo para acoger a quien lo necesita (el buen samaritano) y hacer bien el trabajo por amor (el posadero), son las dos formas de amar que nos corresponden: «‘¿Quién (...) te parece que fue prójimo?’. ‘El que practicó la misericordia con él’. Díjole Jesús: ‘Vete y haz tú lo mismo’» (Lc 10,36-37).

Acudamos a la Virgen María y Ella —que es modelo— nos ayude a descubrir las necesidades de los otros, materiales y espirituales.

Evangelio del domingo, 10 de julio de 2022

Hoy nos habla Jesús de algo esencial y que muchas veces hizo resaltar para diferenciar lo que entonces enseñaban los doctores de la ley judía con lo principal de nuestra religión que es el amor. Los doctores se preocupaban de enseñar leyes, y estaban persuadidos que quien mejor cumplía esas leyes, en el sentido material o externo, más agradaba a Dios. Jesús constantemente nos dice que Dios mira sobre todo el corazón y que es más agradable a Dios quien más ama y sirve a los demás.

Un doctor de la ley se acerca a Jesús para hacerle una pregunta. Dicho así podría ser algo muy bueno, porque es muy bueno que nos preocupemos por preguntar nuestras dudas de religión a quienes creemos están más preparados. Sólo con el hecho de preguntar, si lo hacemos porque queremos mejor conseguir la vida eterna, ya estamos haciendo un mérito grande ante Dios. Lo malo de entonces es que aquel doctor ya sabía lo que debía hacer, o por lo menos se lo creía, y le pregunta a Jesús para tentarle, que es como tener la pretensión de hacerle un examen y poderle poner una calificación. Jesús aprovecha para darle, a él y a nosotros, una gran lección.

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Parroquia Sagrada Familia