Multiplicación
Un chico del barrio enfermó y necesitaba una habitación especial en su casa para una internación domiciliaria. Debía tener suelo de cerámica y las paredes de azulejos para limpiarlos con profundidad. Debía poseer calefacción y ventanas herméticas. Los padres pidieron presupuesto para la obra, pero era inalcanzable para ellos. Cada día que su hijo pasara en el hospital sería perjudicial para su salud, porque contagiarse un simple resfriado era muy peligroso para él. Santiago y Mica se enteraron de esto y decidieron hacer algo.
En la parroquia había un terreno que se podía utilizar para organizar una peña. Entonces convocaron a la comunidad. Unos llevaron chorizos, otros aportaron pan, otros sopa y tortas. Varios músicos se enteraron y se ofrecieron a participar. Otros pusieron los equipos de sonido, las luces… Un vecino se ofreció a cortar el pasto y entre todos sacaron los bancos de la parroquia al jardín. Hasta llevaron regalos para hacer rifas.
La noche fue extraordinaria. El espacio se llenó de vecinos que querían colaborar. Había albañiles, un albañil y un electricista entre los que fueron a la peña que ofrecieron su trabajo. Cada uno aportó un poco, lograron recaudar fondos para la habitación, sobró… y, hubo fiesta en la comunidad.
¿Somos capaces de actuar de una forma similar cuando alguien tiene una necesidad? ¿Nos sentimos alegres cuando compartimos lo que tenemos?
Ni el hambre ni el cansancio, lograron que los que estaban escuchando a Jesús regresaran a sus casas. Sólo lo hicieron cuando fueron saciados por Jesús, cuando él les calmó el hambre de comida y de sabiduría. Ambas cosas se las enseñó a través del gesto del compartir. Cada vez que compartimos, manifestamos un corazón comprensivo y capaz de amar sintiéndonos que somos con los otros.