Les aseguro que, de la misma manera se alegran los ángeles por un solo pecador que se convierte
El abuelo era fanático del ajedrez. Tenía varios tableros. Uno de estos, de piezas de madera, grande, era su preferido.
Cierto día, al abrir la caja, faltaba un peón.
—Ya no se puede jugar. ¿Cómo puede desaparecer una ficha? —dijo mientras se agarraba la cabeza. El abuelo buscó el escobillón y barrió toda la casa. Se agachó, miró debajo de los muebles y no encontró la ficha.
—Dale, Abuelo, pongamos una piedrita en lugar del peón y jugamos igual, —dijo una de sus nietas que había heredado la misma pasión.
—Sí, pero no es lo mismo, me distrae, dónde estará esa ficha. ¿Cómo se va a perder una ficha? ¡Por eso me ganas, porque estoy distraído!. A la noche, dentro de la caja, la torre blanca comentaba con el rey negro.
—Al final, un simple peón parece imprescindible.
—Sí, ¿nosotros qué somos? Sería mucho peor que no estuviera yo —dijo el rey. La torre pensó que mucho peor sería que faltara la reina. De hecho, era la pieza que se podía mover para todos lados, la más peligrosa.
—Y cada vez juega menos con nosotros —dijo un alfil metiéndose en la conversación.
—El otro día, vi que estaba por coger nuestra caja para repetir las partidas que mira en el periódico y nos cambió por ese ajedrez de plástico que tiene desde niño. Sólo juega con nosotros cuando está con la nieta porque ella nos quiere mucho. Un día, mientras la abuela buscaba una moneda, vio algo negro en un rincón.
—¡Una cucaracha! —gritó y salió corriendo a buscar una escoba para matarla. Corrió el sillón y ahí estaba mirándola el peón que se había perdido, justo entre la pata del sillón y la pared. Por eso, no lo encontraban cuando barrían.
La alegría del abuelo cuando la abuela le dio el peón, fue inmensa. Lo agarró con las dos manos, buscó una franela para limpiarlo, lo acaricio, abrió la caja y lo guardó con muchísimo cuidado.
El nieto que estaba mirando, le dijo mientras sonreía
—Abuelo, si el resto de las piezas hablaran dirían que preferís a ese peón. ¡Tenías 31 piezas, pero te preocupabas por una!
—Querido nieto, no es sólo la pieza, es que, cuando falta una pieza, todo pierde sentido.
El cuento plantea el problema que se nos presenta cuando a uno solo de nosotros le va mal. Todo está mal, la felicidad no es completa. Pensamos si dentro de nuestro grupo quedó alguno o alguna en el camino. ¿Por qué sucedió eso? ¿Cómo lo vivimos?. Todas las lecturas de hoy nos hablan de la inmensa misericordia de Dios. Dios siempre perdona al que se arrepiente, y se alegra de que pueda modificar sus acciones. Él mismo sale a nuestro encuentro. Dios nos ayuda a cambiar, a vivir en el amor. Aunque nos equivoquemos, aunque pequemos, él siempre nos ama y nos salva.