La paz depende también de ti
“¡Ufa, se están peleando otra vez! Yo no me meto, que se arreglen, se pasan todo el tiempo peleando”, pensó Cristina mientras pasaba junto a Gabriel y Gastón. La pelea tenía un motivo. Gabriel se burlaba permanentemente de su compañero porque no le gustaba jugar al fútbol. Lo agobiaba, y cuando Gastón no tenía más remedio que jugar porque el profe de educación física lo obligaba, Gabriel lo empujaba o no le hacía pases, aunque estuviera solo delante del portero. Muchos de los compañeros escuchaban y veían el maltrato, pero, como Gastón se defendía y le contestaba, creían que ya estaba, que ya no era su problema.
Un día, después de la hora de educación física, entraron los dos gritándose a la clase. Y esta vez, de las palabras, pasaron a las manos. Cayeron al suelo, tiraron varios bancos, y a Gabriel le salió sangre del labio. Con los gritos, entró la maestra, que se había quedado en la puerta viendo que entraran todos. Los separó, los mandó al baño para limpiarse y les dijo: “¿Qué te pasa Gastón? ¿Porque te pones así?”. La maestra empezó a hablar y estuvo toda la hora retándolos a los dos por haber peleado y al resto por mirar sin separarlos o incluso por alentar la pelea. Cristina se fue a su casa pensando que ella nunca se había metido, que creía que era cosa de los dos. Ahora le quedaba la duda de que, si hubiera intervenido, quizás no hubieran llegado a las manos. Que no sólo era un problema de Gabriel y Gastón, el curso entero se perjudicaba. Por un lado, porque se quedaban sin clase y tenían que escuchar los retos. También porque algunos apoyaban a uno, y otros, al otro y terminaban peleados. Cristina creyó intuir que la armonía, el bienestar y la paz en el curso, dependían de ella y de cada uno de sus compañeros. No sabía qué ni cómo, pero algo tenía que hacer.
¿Qué situaciones de violencia ves a tu alrededor? ¿En cuáles de esas situaciones puedes hacer algo?. “Naveguen mar adentro” Esta frase de Jesús está relacionada con lo que nos dice Francisco: venzan la indiferencia, dejen la comodidad. Puede ser que a nosotros nos vaya bien, que no tengamos problemas, pero seguir a Jesús significa dejar el bienestar propio para hacer algo para el bien común y para construir la paz.