Hacer memoria

Era un jueves por la tarde, casi de noche. Las catequistas y el sacerdote convocaron una reunión de padres. Tenían previsto un temario para hablar y compartir un cuento. Después de la lectura, madres y padres conversaron entre sí en pequeños grupos y, cuando terminaron la reflexión, lo pusieron en común. Una de las madres dijo que el cuento los había llevado a recordar cosas de la infancia. —¿Cómo es eso? —preguntó la catequista. —Sí, recordamos lo que hacíamos en familia. Los abrazos de los que nos querían, las fiestas y lo que nos hacía felices. Pensamos que esos recuerdos hacen que seamos lo que somos hoy. —¡Qué bueno! —dijo la catequista. Vamos a dejar de “tarea” que, en cada familia, se hable acerca de los recuerdos familiares, de lo que hacían cuando eran niños o más pequeños... Carmen escuchó con atención y le pareció una buena idea. A veces, no sabía de qué hablar con sus hijos, más allá de lo ocurrido en la jornada.

Esa noche, decidió apagar la tele y dejar su móvil lejos de la mesa. Había un olor diferente en la cocina. La sopa era la misma, pero en platitos pequeños, había pequeños trocitos de pan frito. —Y esto, ¿qué es? —preguntaron los niños. —Hoy recordé que, cuando era niña, mi abuelo preparaba estos panecitos para poner dentro de la sopa. Él les ponía pimentón u otra especia, pero yo no les puse nada para ver si les gustaba. Tomen un poco de sopa y le ponen sobre la cuchara un trocito de pan frito. Los niños miraron sin mucho entusiasmo, pero probaron y les pareció delicioso. —Mamá, justo estábamos hablando en la escuela de las tradiciones familiares, qué frases se decían en las casas, cuáles se repetían a lo largo del tiempo. —Mi abuelo —dijo la mamá— decía “a río revuelto, ganancia de pescadores”. —¡Qué frase más extraña! ¿Qué significa? La mamá hizo memoria... cuándo utilizaba esa frase el abuelo. Recordó que una vez, a la noche, contó cómo se habían peleado en la fábrica algunos compañeros por una cuestión de cambios de turno. El que había salido ganando, había sido el capataz que, como no se habían puesto de acuerdo entre ellos, hizo lo que quiso. También la usaba cuando se peleaban entre los hermanos. En general, ninguno lograba lo que quería. Y otra vez en que sus dos perros se pelearon por un hueso y, el perro del vecino, aprovechando la pelea, se lo llevó. —Algo parecido pasó en el partido de fútbol de hoy. Todos queríamos meter goles y no pasábamos el balón y al final, los que hicieron los goles fueron los contrarios. —A nosotros nos pasaba exactamente lo mismo —dijo el padre. Mi tío, que era el que nos llevaba a los partidos, siempre decía: “el que siembra trigo, come galletas”. Nos explicaba que, el resultado del partido, entre equipos más o menos iguales, dependía de cómo se planteaba el juego. Si lo planteábamos para lucirnos o para jugar todos.

¿Qué es lo que permanece en nosotros, lo que recordamos? ¿Qué es lo que nos gustaría no olvidar?. El amor vencerá sobre el mal. Ya venció el amor cuando Jesús dio su vida para mostrarnos el camino hacia la casa de Dios: el amar; amar como lo más importante, como el faro que guía nuestras vidas. Acostumbrar nuestro corazón al amor es el camino para encontrarnos y reconocer a Dios.

Parroquia Sagrada Familia