Mandamiento más grande
Esteban era un alumno excelente, el mejor del curso. Siempre leía, participaba en las clases, aportaba ideas, hacía comentarios. Las clases en la universidad eran diferentes cuando él estaba. Pero, a partir de la mitad del año, Esteban empezó a faltar, a veces llegaba tarde e incluso con los textos sin leer. Los profesores reconocieron esta situación y pensaron que debía estar ocurriéndole algo. Uno de ellos decidió acercarse a Esteban para averiguar qué le pasaba. Le preguntó si tenía problemas familiares, con los amigos, con la novia, con el trabajo...
—No, no, contestó Esteban. Me va todo bien. Tengo una familia que me llena, y novia... todavía no tengo. El profesor comentó esto en la sala dónde se reunían después de clase y, al día siguiente, una profesora le dijo a Esteban que estaban preocupados por su bajo rendimiento. Esteban sonrió. —Me va bien, no se preocupen, estoy aprobando todas las asignaturas. —Sí, pero las notas son muy bajas. Cuando quieras buscar trabajo te va a costar si ven que tienes tan malas calificaciones. Empezaste el año muy bien, nos llama la atención que, sin aparente motivo hayas empeorado tanto. —Les agradezco la preocupación, pero no creo que esté empeorando y sí tengo un motivo, aunque no es algún problema familiar o de enfermedad. ¿Conoce a Ramírez —¿Ramírez... Ramírez? Sí, ese muchachito que se sienta casi siempre por el fondo. No participa mucho. —¿Él cambió también? — Ahora que lo dices, sí. Pensamos que no iba a aprobar los exámenes, porque los primeros trabajos no alcanzaron el nivel necesario. Sin embargo, aprobó los parciales y aunque a veces no lee todo lo que pedimos, cuando le preguntamos puede explicar muy bien lo que sí leyó. ¿Qué tiene que ver Ramírez contigo? — Es que yo también me di cuenta que estaba medio perdido. Viene de una escuela secundaria que no era muy exigente y además desde antes de terminar la secundaria trabaja con el camión del padre haciendo repartos. Entonces le pregunté si podía ayudarlo.
Como no podíamos coordinar un horario para estudiar juntos, yo me levanto muy temprano y voy con él en el camión. Le leo los textos, los comentamos... Y bueno, a veces se nos dificulta. Tenemos que interrumpir para bajar las botellas, cargar el camión, llenar facturas... Además, a veces discutimos lo que leemos y no terminamos. Yo también me estoy acostumbrando a estudiar sin hacer síntesis o cuadros conceptuales, porque arriba del camión no puedo escribir. Le quiero decir que, aunque no saque tan buenas notas como antes, yo me siento mucho mejor y siento que estoy aprendiendo mucho más que antes. La profesora le dio la razón. Ojalá muchos fueran capaces de hacer algo así por los demás. Coincidía con Esteban que además de aprender lo que le podían enseñar en la facultad, estaba aprendiendo de la vida y les había enseñado a los profesores lo que realmente significaba amar a los demás sin esperar algo a cambio.
¿Nos damos cuenta de las necesidades de los que nos rodean? ¿Hacemos algo por ellos? Desde pequeños los niños utilizan el móvil para sacarse selfis, autorretratos. Vemos a niños que aún no caminan manejando el móvil y mirándose a ellos mismos. Antiguamente, las cámaras fotográficas eran para mirar a otros. Jesús nos dice que si no nos miramos a nosotros mismos, si no nos queremos, no podremos amar a los demás. Pero, no nos olvidemos que sin amar a los demás, sin crear alrededor nuestro un mundo mejor para todos, no podremos ser felices de verdad.