La familia Gabini - (10ª parte) - Balance del año
Sin darse cuenta había pasado un año desde que la familia Gabini estaba viviendo en Arroyo Corto. La casa había sido reciclada, aunque siempre quedaban detalles, como decía Marcela, la mamá. Carlitos convirtió su habitación en una gran biblioteca y se hizo amante de los libros, de las historias inventadas y de las reales, como le gustaba decir. Estaba decidido a armar un periódico en la escuela a comienzo de año. El primer artículo ya estaba escrito. Hola queridos compañeros, maestro, maestras, familias... Hace un año atravesé la puerta de esta escuela con mi papá, mi mamá y mis dos hermanas. Habíamos tomado una decisión muy difícil. Dejamos nuestra vida en la Ciudad, una vida rodeada de amigos, juegos, actividades, donde mi papá tenía un trabajo asegurado y mi mamá cumplía un horario en una empresa.
Mis sentimientos fueron de incredulidad, miedo, enojo, ganas de salir corriendo, furia... Lo tomé como algo personal: ¿Por qué mis padres me hacían esto? ¿Por qué nos condenaban a mis hermanas y a mí a vivir en este pueblo? ¿Por qué no iba a poder estudiar en las excelentes escuelas en donde estudiaron ellos? Para colmo, la casa era un desastre. Tuvimos que dormir en carpa durante tres semanas para no mojarnos con la lluvia. Mi mamá siguió trabajando, pero dos veces al mes se iba por dos días. ¡Esto nunca había sucedido! Mi papá abrió el negocio y le costó mucho hacerse de clientes, hacer bien las compras, atender el negocio y cuidarnos... Sin embargo, me parece fundamental contarles que toda esa oscuridad que parecía envolvernos, se transformó en lo que estamos viviendo ahora. Pasamos más tiempo juntos, tenemos muchos amigos, disfrutamos cada rincón de la casa, del patio, del pueblo, del silencio de la siesta... Y me pregunto qué fue lo que posibilitó este cambio. ¿Cómo es posible dejar tanto y ser feliz?
Una vez que regresé a la Ciudad y fui a visitar a mis amigos que viven allí; me preguntaban cómo podía vivir sin hamburgueserías, sin móvil, sin posibilidad de ir a un cine o de comprar el último jueguito de la play, sin... sin... Recién en ese momento reconocí que no me había dado cuenta de todo lo que había dejado: los extrañaba a ellos, a los abuelos, a algún vecino. Pero lo otro, ni lo notaba. Y entonces supe que lo que había ganado era muchísimo más grande que aquello a lo cual habíamos renunciado. A los afectos no renunciamos, simplemente dejaron de ser tan cotidianos. Los afectos no se reemplazan con otros, pero encontramos muy buenos amigos en Arroyo Corto que nos acompañaron, nos apoyaron e hicieron todo lo posible por hacernos sentir bien y en casa. Creo que por primera vez entendí que el amor, la paz, el contacto con la naturaleza te cambia, te hace mejor. Quiero agradecer a mis padres que tomaron esta decisión, a mis hermanas que se aguantaron mis broncas y a todo este hermoso pueblo que nos recibió con los brazos abiertos y dispuestos a darnos una mano. Hoy puedo decir que soy, que somos arroyocortenses. Gracias a todos!!!
Comenzamos este cuento diciendo que la Familia Gabini tuvo que dejar mucho al tomar la decisión de mudarse. Después de leer todo el relato, ¿te parece que valió la pena? Hemos hablado mucho de seguir a Jesús y sus enseñanzas porque nos conducen a la felicidad de todos los seres humanos. Pero, ¿quién es ese hombre al cuál seguimos? En el evangelio encontramos varias respuestas. Sin embargo, cada uno debe profundizar quién es Jesús para él en lo íntimo de su corazón, más allá de lo que le digan. Sólo cuando descubrimos quién es Jesús, nos disponemos a seguirlo incondicionalmente.