El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga
Hoy, consideramos que ver a Jesús y seguirle requiere tener una obediencia madura que nos permita escuchar y ser responsables (capaces-de-responder). Y esto sólo es posible en las personas que verdaderamente se han liberado de los caprichos infantiles y de las pasiones: «El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga» (Mt 16,24). Escuchar y responder a la llamada de Dios en nuestras vidas cotidianas significa ser capaces de olvidarnos de nosotros mismos y de servir a los demás. Sólo el amor hace factible este “riesgo” (cf. Heb 5:8-9).
Buda dice que «para vivir una vida pura de entrega uno no debe reputar nada como propio en medio de la abundancia». Un ejemplo es la vida familiar donde los padres se entregan total y generosamente al bienestar de la familia, quizás hasta el punto de olvidarse de sí mismos. Ellos procuran actuar así para que sus hijos estén bien preparados para que tengan mejor futuro. Si es así, además, la familia será una y unida.
Tenemos cientos de conmovedores ejemplos de profesores, médicos, agentes sociales, personas consagradas y santos. El Papa Francisco nos empuja a “ver” a Jesús en nuestra vida corriente, pues «aunque la vida de una persona se mueva en un terreno lleno de espinas y malezas, hay siempre espacio en el cual la buena semilla puede crecer. ¡Tenéis que confiar en Dios!».
Un grano de trigo puede liberar toda su vitalidad sólo cuando se rompe y muere, como Jesús el cual muriendo mostró todo su amor dando la vida. El ejemplo del grano de trigo es la vida misma de Jesús y de cada discípulo que le sirve, que da testimonio de Él y que tiene vida en Él: «El que pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16,25). ¡Amén!