Todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado
En la escuela, a fin de año, entregaban premios a quien tenía asistencia perfecta, al mejor amigo y al mejor estudiante. En 5º A, Carlota ganó el de la mejor estudiante y el de asistencia perfecta. Aunque diluviara, ella iba a la escuela, llevaba todo lo que le pedían, hacía la tarea y estudiaba mucho para los exámenes. Además, era muy capaz para todo lo que se enseñaba en los diferentes espacios. Sandra, del 5º B, fue premiada con el de mejor amiga y nombrada escolta de Carlota, que sería la abanderada durante 6º grado.
El primer día del siguiente año, la abanderada y la escolta esperaban para entrar al patio y luego, dar inicio al nuevo ciclo escolar. Cada estudiante o docente que pasaba las saludaba. Carlota no podía dejar de advertir que esos saludos no eran iguales para las dos. Cuando se referían a Sandra, manifestaban gran alegría de que estuviera allí. Y lo que era más extraño, Sandra parecía alegrarse de que Carlota fuera la abanderada. Le arreglaba la banda, se paraba unos pasos detrás de ella como para dejarle el lugar más importante. Las dos chicas no se habían hablado mucho los años anteriores.
Después de compartir varios actos e incluso de haber hecho una salida a un acto municipal llevando la bandera, comenzaron a tener más confianza entre sí. Durante algunos recreos, se encontraban, caminaban mientras conversaban y llegaron a tener amigas en común. Más que compartir amigas, Carlota estaba con las amigas de Sandra. Ella no tenía verdaderas amigas en su curso, era algo que resignaba con tal de ser la primera, la mejor. Le costaba compartir el material y no siempre ayudaba a sus compañeros más atrasados. Si alguien no prestaba atención, era problema de esa persona, según pensaba. Ella no iba a retrasarse para esperarlos.
A medida que conocía más a Sandra, veía que ella no era así. Un día, le preguntó: —¿porque faltaste ayer? —Porque Jorge está en cama. Se cayó y se fracturó la pierna. Tiene unos días sin poder moverse. Fui a hacerle compañía durante la mañana y, de paso, le expliqué algunas cosas que no entendía. Todos los días, le mando por whatsapp fotos de las carpetas, pero no es lo mismo que venir a clase. Otro día, la directora pasó delante de ellas en el recreo y, mirando a Carlota, le dijo: —¡Acuérdate de completar la carpeta! —¿Tienes la carpeta incompleta? —le preguntó Carlota, asombrada. —No, lo que pasó es que la directora justo me pidió la carpeta para verla, y yo le había prestado hojas a un amigo que no me las había devuelto. ¡No lo iba a “difamar”! Carlota empezaba a entender. Las dos eran las mejores estudiantes del curso, pero no lograban las cosas de la misma forma.
Jesús no dice que está mal ocupar el primer lugar: alguien tiene que ocuparlo. Lo que tenemos que evaluar es cómo logramos ese lugar. También aceptar que no siempre somos los primeros y que eso no está mal ni significa un fracaso. ¿Qué lugar nos gusta ocupar? ¿Cómo lo logramos?. ¿Por qué hacer obras buenas? ¿Porque eso agrada a nuestra familia o a nuestras maestras? ¿Para qué nos feliciten?. En las lecturas de hoy, se nos invita a hacer el bien porque, de esa forma, nos acercamos a Dios, que es amor; porque así nuestro corazón es cada día más parecido al suyo.