Entramado

Carlos era un ser libre. Así lo definía su padre. Él le había enseñado a hacer aquello que sentía o hacer lo que tenía ganas. Una vez, quiso ir a jugar paddle, y el padre lo apuntó en un club. Cuando se cansó y le dijo que no quería ir más, no lo llevó más. Lo mismo pasó con el ajedrez, natación, fútbol... Esta forma de ser, le traía algunos conflictos porque sus amigos se enfadaban cuando lo invitaban a algún lado y él no iba porque no tenía ganas, o cuando les decía barbaridades sólo porque era lo que sentía. —Yo sólo obedezco a lo que siento —decía Carlos. Cierta vez, se organizó en la escuela una orquesta. Era una actividad fuera de las actividades para los estudiantes que desearan asistir. No tenían que pagar, y les daban los instrumentos que quisieran.

Carlos se apuntó. Los primeros días, tocó la flauta; después, la guitarra; luego, percusión... Hasta que, una vez, el profesor le dijo que intentara elegir un instrumento para aprender a ejecutarlo bien. Insistió en que tenía muy buen ritmo, que era muy bueno en percusión, pero que podía elegir el instrumento que deseara. Carlos se sintió limitado, él quería tocar lo que tuviera ganas y, entonces, dejó de ir a la orquesta. Llegó el acto de fin de año, y, en la fiesta, tocó la orquesta. A Carlos se le caían las lágrimas de la emoción. Sintió unas ganas terribles de estar ahí, de ser él el que tocaba la batería.

Al año siguiente, cuando llegó el momento de anotarse en la orquesta, el profesor le preguntó si quería participar. Carlos pensó: Cuando dejo de tocar un instrumento porque se me termina el entusiasmo por ensayar, me siento bien con esa decisión. Después, cuando veo a mis amigos en la orquesta, siento que me gustaría estar ahí... Son sentimientos encontrados... Voy a apuntarme y, la próxima vez que no tenga ganas de practicar, voy a recordar esa noche y el deseo que sentía de ser un miembro de la orquesta. Cuando lo que sentimos se entrelaza con lo que pensamos, con experiencias anteriores, con la memoria, se ayudan mutuamente a decidir.

Decidir no es sencillo. ¿Por qué te dejas guiar para decidir algo? ¿Por los sentimientos, por los recuerdos de experiencias anteriores, por lo que piensas, por lo que te dicen...? En el huerto de los olivos, Jesús sentía miedo y sufría por lo que le iba a pasar. Sin embargo, eligió continuar con lo que había empezado tres años antes. Seguimos leyendo el Apocalipsis. Este libro habla del triunfo de Dios con un lenguaje especial, como si fuera una revelación, un sueño. Hoy nos dice que Dios hace nuevas todas las cosas. Lo que nos parece que es feo en nuestra vida, aquello que ya no nos sirve o lo que no nos hace felices, Dios lo puede transformar porque a su lado, no hay tristeza, ni pena, ni dolor que no se pueda superar.

Parroquia Sagrada Familia