Primero, buscar el lugar
La familia vivía en un barrio sencillo. Habían construido su casa poco a poco, con la ayuda de amigos y familiares que, los domingos o después de trabajar, iban a levantar alguna pared poner baldosas o pintar. Hasta los más pequeños, como un juego, cuando tenían ganas, colaboraban pintando una puerta. El jardín lo había montado la abuela, y contaba con las flores más bonitas del barrio. Todavía faltaban algunos detalles, como el interior de las habitaciones o la pintura del exterior, pero sólo eran “detalles”, como decía la madre. Siempre había algo más importante que hacer: comprar los libros para la escuela, los gastos fijos... Y, ese año, cumplía 15 años Antonia, la mayor de las hijas. ¡Había que hacer fiesta! Antonia estaba entusiasmada. Varias de sus compañeras ya habían cumplido los 15 y las fiestas habían sido increíbles. No lograba imaginarse a ella misma con un vestido largo, entrando en el salón del brazo de su padre y todos aplaudiendo. Pero sí quería celebrar su cumpleaños de una forma diferente. Cumplía años en noviembre, así que tenían todo el año para prepararlo. Lo primero era poner una fecha y buscar un salón. Un sábado, por la mañana, salió con su madre a recorrer por el barrio, todos los lugares donde ya había ido a alguna fiesta. En todos lados, las recibían muy bien y le ofrecían muchas cosas, desde la comida, el arreglo del salón, la música... Ofrecían una organización total, no debían preocuparse por nada. Tampoco podían decidir mucho, ya estaba todo pensado. Durante el almuerzo, las dos comentaron lo que habían averiguado con mucho entusiasmo. Una vez que terminaron, levantaron la mesa y los adultos fueron a lavar los platos.
Antonia fue a su cuarto para ordenar papeles. Juntó un montón para tirar a la basura y, cuando estaba por entrar a la cocina, escuchó la conversación. Su padre, su madre y las dos abuelas, estaban charlando acerca de lo que iba a costar la fiesta, que podrían sacar un préstamo para pagar los gastos o pedir prestado a algún conocido. Iba a ser un año duro, de cuidarse mucho para festejar los 15 de Antonia. Estaban hablando con preocupación, pero también con entusiasmo de poder hacerlo. Antonia regresó a su cuarto y se puso a pensar. Por la noche, durante la cena, dijo a sus padres: —Estuve pensando, y quiero la fiesta, pero una diferente. Quiero una fiesta que recuerde para siempre, una fiesta de la que esté orgullosa y todos sientan lo buena que fue. —Bueno, nosotros no podemos hacer una fiesta tan grande —dijo su madre. —No te preocupes, Antonia, vas a tener la fiesta que soñaste —agregó su papá. — Eso estuve pensando, ¿cómo es la fiesta que soñé? Soñé una gran fiesta, pero no cómo sería. Por eso, decidí que quiero el mejor salón. Quiero que construyamos un merendero de casa, tenemos tiempo de terminarlo, incluso la abuela puede poner más flores. —¿Estás segura? —Sí, esa va a ser una fiesta que nunca olvidará nadie de la familia. Y tuvo razón, el merendero sirvió para las reuniones familiares a lo largo de muchos años.
¿Cuáles son nuestros sueños? ¿Tenemos en cuenta a los otros en nuestros sueños? ¿Qué hacemos para conseguirlos?. Hoy es el primer domingo de Adviento, de preparación para vivir la fiesta de Navidad, del nacimiento de Jesús. Levantemos la cabeza y estemos atentos para descubrir a Jesús, para reconocer el camino del amor. ¿Cómo nos preparamos? ¿Cómo preparamos el corazón para amar cada día más? Sólo el que ama de verdad reconoce a Jesús que nace en su vida.