¿Una chica inapropiada?

Celia y Adrián eran dos hermanos que, en general, se llevaban muy bien. Celia había esperado por su hermano toda su vida, es decir, cuatro años. Se lo había pedido a sus padres con insistencia. Lo que Celia no había pensado era que su hermanito iba a crecer y apropiarse de, además del tiempo y la atención de la familia, sus juguetes y su espacio en la casa.

Una mañana, ella estaba jugando con muñequitos y bloques. Había armado una hermosa ciudad y disfrutaba de colocar animalitos y otros juguetes en las calles o en las casas; hasta que llegó su hermano, que quería armar otra ciudad para que sus autos corrieran una carrera. Su madre escuchó los gritos y corrió a la habitación. Los encontró amurallados detrás de una pila de bloques. —Si cada uno acapara los juguetes, al final, en vez de jugar, están sólo cuidando lo que cada uno tiene. ¡Eso no es muy divertido! Se nota en sus rostros. La mamá los convenció de que fueran con ella a la cocina. Estaba haciendo ñoquis, y la podían ayudar a cortar los choricitos de masa. Los juguetes quedaron desparramados por la habitación. Mientras cocinaban, la mamá les contó una historia de la familia. —Mi mamá, es decir, la abuela vuestra, tenía 5 hermanas. Eran seis mujeres; su papá trabajaba en un hospital y la mamá se quedaba en la casa. No era sencillo ocuparse de lo que necesitaba cada una. Los regalos de los cumpleaños eran ropa o zapatos; sólo en Navidad recibían un juguete.

Lo que era más sencillo de conseguir eran los libros. “Eso no es un gasto”, solía decir su mamá. Las chicas fueron creciendo, y la mayor tenía novio. Después de algún tiempo, comenzó a ir a la casa del novio. Él también tenía muchos hermanos, y su familia vivía en una gran casa de las afueras de la ciudad; eran muy sencillos en la forma de vivir. Un día, la mamá del novio le dijo: —Me parece que esa chica no te conviene, ¿viste que cada día viene con una chaqueta diferente o con zapatos y carteras distintas... se nota que gasta mucho en ropa y calzado. El novio se rió de lo que le decía su mamá. —No tiene mucha ropa, tiene muchas hermanas, por eso usa seis chaquetas diferentes, entre ellas se pasan la ropa, hasta los zapatos. Hoy llegamos un poco más tarde porque tuvimos que esperar que llegara una hermana y le pasara los zapatos marrones que le hacían juego con el vestido que le regalaron a otra hermana para su cumpleaños. Ellas ponen todo en común, por eso parece que tienen mucho. La mamá le pidió disculpas y le dijo: —No parece... tienen mucho.

Los tres se rieron de esa pequeña anécdota. Por la tarde, la mamá de Celia y Adrián, fue a ver qué hacían sus hijos. El silencio en la casa era demasiado grande. Cuando entró en la habitación, descubrió que, entre los dos, habían armado la ciudad más grande nunca antes vista, en la que se estaba corriendo una carrera de Fórmula 1 mientras la jirafa, los dinosaurios y todos los muñequitos alentaban a los corredores mientras miraban desde la platea.

¿Tuviste la experiencia de compartir y tener más cosas de las que tenías antes? ¿Por qué crees que el compartir es signo de ser amigos de Jesús?. A lo largo de la historia, Dios nos enseña que hay pan para todos. ¿Por qué unos tienen hambre? Porque otros tienen más de lo que necesitan, acaparan todo y no ponen nada en común. Cuando somos capaces de compartir, sobra. En algunas escuelas de primaria, los niños no llevan estuches; los lápices, gomas, sacapuntas y gomas de pegar, se ponen en común y cada uno toma lo que usa y luego lo deja nuevamente en la caja común. En esas escuelas, todos tienen lo necesario. Hay que arriesgarse y hacer la experiencia.

Parroquia Sagrada Familia