La buena noticia
La maestra nos dijo que, después del recreo, nos iba a dar una Buena Noticia. ¿Cuál sería? Con la señorita Marta, no compartíamos muchos gustos. De niños, nos gustaba correr, pero la Seño buscaba juegos tranquilos. Para niños y niñas, tranquilidad no es la mejor palabra para acompañar juegos, o por lo menos los juegos preferidos. Muchas veces, a la hora de la siesta, hay que jugar tranquilos o dormir, y los elegimos, pero no es una elección libre.
En la escuela no podíamos jugar a la pelota ni con un tapón de gaseosa. Según la maestra de turno, hasta la soga y la rayuela no eran juegos suficientemente tranquilos. Lo mismo sucedía con la comida. Cuando se organizaba un pic–nic por el día de la primavera, nos pedía que lleváramos frutas, cereales, ¡hasta ¡zanahorias! llego a decir un día. Nosotros queríamos patatas fritas, frutos secos, gaseosas... Teníamos que reconocer que la maestra tenía muchas cosas buenas. Por ejemplo, nos dejó llevar a la biblioteca del aula nuestras historietas preferidas; y las leíamos, no solo en los ratos libres, sino que incorporadas a las clases. Incluso la habían escuchado defenderlas ante la directora, que no coincidía con ese tipo de lectura. En la sala de los ordenadores, nos dejaba poner los juegos que teníamos en casa y pedía que le enseñáramos a jugar. ¡Se divertía como loca!, aunque era mala perdedora. Para su cumpleaños, la maestra se olvidaba de las comidas saludables y llevaba una tarta de chocolate rellena de dulce de leche y cubierta con crema que era para chuparse los dedos. También nos llevaba gaseosa, eso sí, un vasito para cada uno y, después, agua. Aquel recreo hablábamos acerca de cuál sería la buena noticia. ¿Podríamos jugar a la pelota en el recreo, llevar “cosas ricas” para el día de la primavera...?
Los más arriesgados soñaban con la cancelación de alguna prueba, que en las evaluaciones que no eran de práctica del lenguaje no tendrían en cuenta las faltas de ortografía, que las clases terminarían antes o que salíamos de campamento... No bien tocó el timbre del fin del recreo, estábamos en la puerta de la clase esperándola. Marta llegó con la misma sonrisa de siempre. Esto era otra característica de ella, siempre sonriente. Abrió la puerta, y nos sentamos rápidamente en las sillas, esperando la Buena Noticia. —Bueno, lo que quería decirles es que la directora nos dejó... Antes de que pudiera finalizar la frase, la interrumpimos: —¿Hacer un campamento? —¿Jugar a la pelota en los recreos? —¿Venir disfrazados el día de Halloween? —¿Comer chicles durante las clases? —Ah, bueno —dijo la Seño—, no sabía que esas eran buenas noticias para vosotros. Alguna la podemos pensar... Pero yo traía otra buena noticia. No, no me pongan esa cara, van a ver que les va a gustar. ¡Vamos a hacer un mural en la pared de afuera de la escuela! Ese va a ser el proyecto de este año. ¿Qué les parece? Después de varios años de pedirlo, conseguimos la pintura, el material para arreglar la pared, permiso para poder salir a la calle... No fue fácil convencer a la directora, a la inspectora... Con la seño María, de plástica, tuvimos que trabajar mucho. ¡Pensamos que les iba a gustar! Por cariño a la Seño, pusimos cara de ¡qué bueno! aunque con poco entusiasmo. La Seño no se dio cuenta o hizo como si no lo notara. Marta era muy entusiasta, y su entusiasmo era contagioso. En primer lugar, nos convocó una tarde de sábado con nuestros padres y, mientras algunos arreglaban la pared que estaba rota y rajada, otros amasaban tartas. Una tarde genial en donde pudimos jugar al fútbol en el patio de la escuela, chicos, chicas, padres, madres; hasta una abuela fue portera. Luego charlamos sobre qué hacer, dibujamos bosquejos y luego, en varios días, pintamos el mural. Después de muchos años, hoy llevo a mi hija a la escuela y lo veo. Escrito con la letra de una compañera: Me caigo, me caigo, me voy a caer. Si no me levantan, me levantaré. Recuerdo que es una canción que cantábamos mucho en esa época. Dibujos de cada uno alrededor de la frase. Gastado por el tiempo, nadie se animó a escribir sobre esa pared... sigue siendo una buena noticia.
¿Cuál sería para ti una buena noticia? ¿Cuál es la buena noticia que te trae Jesús?. Los que estaban más cerca de Jesús no lo entendían, veían en él al hijo del carpintero y pensaban que nada podía enseñarles. Puede ser que nosotros hagamos algo similar con algún compañero o hermano, que creamos que no tiene nada para decir ni para enseñar. De esta forma, nos perdemos la riqueza que hay dentro de cada uno. Que podamos descubrir que, al ser imágenes de Dios, todos tenemos una gran riqueza interior.