El Señor se va…

El Señor se va y se queda. No, no es el juego del escondite. Es una manera de decirnos que es “nuestro tiempo”: el tiempo de actuar, de comprometernos, de vivir lo que significa la alegría de la Resurrección… Y anunciarlo incansablemente.
El Señor se va, pero permanece en nuestro corazón, para transformar nuestra mente y activar nuestras manos en la entrega diaria hasta el final.
El Señor se va, pero lo tenemos tan cerca que en cualquier bombeo del corazón lo podemos sentir latir, especialmente en los pequeños, los que no cuentan, los pobres…
El Señor se va, pero nosotros nos quedamos con Él. No hay forma que abandone el cuerpo el que es su cabeza, su motor, su Vida.
El Señor se va, pero aquí está la Iglesia servidora de los pobres para hacerlo presente.
El Señor se va. Es nuestro turno. No lo olvidemos. Está sentado a la derecha del Padre y quiere que este mundo nuestro suba hacia Él.

Parroquia Sagrada Familia