Vacunarse como expresión de caridad y responsabilidad
Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas:
Con la vacuna contra la Covid-19 sosegando el sufrimiento de este mundo, se abre una puerta a la ilusión, aparece una ayuda para vencer el miedo y se ilumina un poco más el camino para hacer frente a la desesperanza.
La Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado una nota que emite una valoración sobre el uso de la vacuna, explícitamente aprobada por el Papa Francisco el pasado mes de diciembre. En ella se califica este procedimiento como un elemento valioso que contribuye al bien común y se afirma que es «moralmente aceptable» el uso de estas vacunas «reconocidas como clínicamente seguras y eficaces». Este documento, en el que se integran otras consideraciones realizadas por la Pontificia Academia para la Vida, planta –tras de sí– un reguero de vida nueva donde se habla de responsabilidad, caridad y confianza.
La confianza es un elemento muy importante en nuestra vida que nos ayuda a agradecer. Agradecimiento a todos y cada uno de esos profesionales y cuidadores que duermen con la luz encendida y con el alma siempre en vela, pendientes por si la herida del hermano vuelve a supurar. Ellos, sin lugar a dudas, humanizan la práctica sanitaria y el cuidado de los más vulnerables. Las profesiones sociosanitarias existen para curar lo dañado, para calmar lo herido, para sanar lo ulcerado, para aliviar y siempre consolar.
Las vacunas son uno de los grandes hallazgos científicos de la humanidad. Y ahí también renace el mandato de la caridad. Por eso, como dijo el Papa Francisco en su tradicional mensaje Urbi et Orbi, las vacunas son «luces de esperanza en este tiempo de oscuridad e incertidumbre», «tienen que estar a disposición de todos» y «deben ser accesibles, sobre todo para los más vulnerables y necesitados del planeta».
Amar es un don y una tarea de todo ser humano. Y el eco que deja a su paso es realmente infinito. Las vacunas han sido el gran remedio para graves enfermedades en la dilatada historia de la humanidad. Algunas han sido completamente erradicadas gracias a su utilización. Y muchas otras han sido drásticamente desprovistas de su capacidad de generar sufrimiento, discapacidad y muerte.
Y, hoy en día, en este momento tan duro, con consecuencias no sólo sanitarias, sino también sociales, laborales, económicas, familiares… su utilización constituye un ejercicio de responsabilidad tanto personal como colectiva; y también un testimonio de caridad. Porque la vacuna no solo nos previene de contraer la enfermedad, sino que también levanta barreras para no contagiar a aquellos que nos encontremos en casa, en el entorno o por el camino, de modo particular las personas mayores, enfermas o debilitadas.
La vacuna no nos exonera de seguir viviendo en la prudencia y en las normas necesarias responsabilidad para impedir los contagios. Actuar desde el amor es una de las actitudes principales en que la Virgen María educa a sus hijos. Porque el amor ni cansa, ni se cansa, ni descansa. No abajemos los brazos que piden a Dios lo que necesitamos, que confían en Él y que se extienden generosos en la ayuda a quienes más lo necesitan. Con gran afecto y mi bendición.