El camino de Emaús, una terapia de esperanza
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Hoy, tercer domingo de Pascua, la liturgia de la Iglesia nos regala el relato evangélico de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35). Si os unís interiormente a la celebración de la Eucaristía a través de los medios de comunicación, dadas las actuales circunstancias, estad atentos a la Palabra de Dios y volved después sobre ella, si podéis, en vuestros hogares. Porque seguro que hoy, en esta situación dura y desconcertante que estamos viviendo para la que no estábamos preparados, el relato de Emaús tendrá una resonancia especial en nuestra vida personal y comunitaria. Seguimos celebrando la alegría, la paz y la vida nueva del Señor Resucitado, y el pasaje de Emaús nos ofrece una «terapia de esperanza».
Como recordaréis, al comienzo de curso os dirigía una Carta Pastoral que tenía como marco y guía el relato de los discípulos de Emaús («Se puso a caminar con ellos». Somos Iglesia que camina con Jesús). Con ella quería animaros a seguir nuestra andadura diocesana resaltando el camino hacia la celebración del VIII Centenario de nuestra iglesia madre, la catedral, y la apertura del itinerario de la Asamblea Diocesana. Os decía que en el pasaje de Emaús: «encontramos aspectos nucleares de la experiencia creyente tales como el cansancio del camino, la fragilidad de nuestra fe, la escucha de la Palabra, la celebración de la Eucaristía, la adhesión a la Comunidad… y la llamada permanente a vivirnos acompañados de Jesús». Os decía, también, que la Iglesia que camina en Burgos quiere encontrar y reconocer a Jesús en medio de nuestros contemporáneos y sentirse como aquellos dos discípulos: interpelada por Él y urgida a anunciar con palabras y con obras su Evangelio.
Hoy reitero, por supuesto, las afirmaciones que hacía en esa Carta. Y añado que en el momento presente, para anunciar con palabras y obras la vida nueva del Señor Resucitado, para que la Iglesia sea hospital de campaña como os decía la semana pasada, los cristianos tenemos que estar muy firmes y afianzados en la esperanza, muy llenos para poder dar lo que tanto se necesita a nuestro alrededor; necesitamos que Jesús haga con nosotros, como con aquellos de Emaús, una «terapia de esperanza». La expresión es del Papa Francisco, comentando el mensaje que Jesús transmitió a estos discípulos. «Los dos peregrinos, dice el Papa, cultivaban sólo una esperanza humana, que ahora se hacía pedazos; y regresaban tristes, pensativos y decepcionados a sus casas en la aldea de Emaús, convencidos de dejar atrás la amargura de un acontecimiento que había terminado mal. Y el Señor, a quien los discípulos no reconocieron, les alcanzó en el camino; y lo que sucedió fue una “terapia de la esperanza”, que hizo con ellos Jesús» (Audiencia General, 24 mayo 2017). ¿Cómo?
Si contemplamos la escena, vemos que los discípulos, desesperanzados, comienzan haciendo memoria con aquel desconocido de la vida de los últimos días. Jesús les habla de Él mismo a través de las Escrituras. La vida y la palabra de Dios conducen a la Eucaristía con la fracción y la bendición del pan. Vida, palabra y fracción del pan provocan en los discípulos que arda su corazón y se les abran los ojos para experimentar la presencia del Resucitado que transforma la vida. Y todo acaba «volviendo a Jerusalén», colmados de esperanza, para contar lo que habían experimentado a lo largo del camino.
En esa situación de huida que emprenden los de Emaús y en la que estamos padeciendo nosotros, inmersos en la atmósfera que nos envuelve con la pandemia del COVID-19, es donde hemos de experimentar la cercanía de Dios: «Jesús en persona se acercó a caminar con ellos» (v. 16). Repetimos como un slogan que «caminamos alegres con el Señor», pero ¡qué difícil es descubrirlo a veces en las circunstancias concretas y en los caminos de cada día! Cuando la realidad que ahora vivimos nos impacta, nos duele y desorienta, cuando nos atemorizan las previsibles y graves consecuencias de futuro que todo ello lleva consigo, es difícil, pero ese es el momento de vivir y compartir con otros la verdadera esperanza. Porque nuestra esperanza, como nos recordaba el Papa en su homilía de la Vigilia Pascual (11/04/2020), es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. «Todo irá bien, decimos constantemente estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo salir del corazón palabras de ánimo. Pero, con el pasar de los días y el crecer de los temores, hasta la esperanza más intrépida puede evaporarse. La esperanza de Jesús es distinta, infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida».
Pidamos al Señor que en este tiempo de Pascua nos dejemos encontrar por el Peregrino de Emaús. Que Él nos conceda la verdadera esperanza, al calor de su Palabra y con la fuerza de la Eucaristía. Y que la certeza de que camina a nuestro lado nos dé nuevo impulso para vivir y anunciar cada día, allí donde estemos y en toda ocasión que podamos, el evangelio de la esperanza.