La Iglesia, hospital de campaña de la misericordia
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
La Iglesia celebra en este primer domingo después de Pascua la fiesta de la Divina Misericordia, instituida por el Papa San Juan Pablo II. Estamos prolongando la celebración de la Pascua de Resurrección, que en medio de la experiencia de dolor y sufrimiento que persiste a nuestro lado, nos da derecho a la esperanza, como nos decía el Papa en la Vigilia Pascual; una esperanza que cobra más sentido que nunca porque es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. Por lo mismo, este domingo de la misericordia quiere decirnos que pase lo que pase en el mundo y a nuestro alrededor, hay algo que no cambia: que Dios es esencialmente Padre misericordioso y clemente (Ex 34,5-7); que Jesucristo es la revelación y encarnación de la misericordia del Padre, su rostro compasivo y misericordioso (Lc 10, 35,27). Y que es su voluntad que nosotros acojamos su misericordia, que la recibamos, y que la dejemos fluir siendo misericordiosos los unos para con los otros. En esta reflexión dominical, hoy quiero detenerme en ese «dejar fluir» la misericordia, que es la vida y la misión de la Iglesia.
Durante este tiempo, muchos de vosotros, como yo mismo, estamos queriendo hacer cada día una lectura de los acontecimientos con ojos de Fe y de Esperanza. También nos preguntamos qué quiere, qué espera Dios de nosotros, de ti y de mí, aquí y ahora, en estas circunstancias inesperadas e inabarcables que estamos viviendo. Al ver las imágenes de los telediarios, cuando se han ido abriendo tantos hospitales de campaña para evitar la saturación o para apoyar de cualquier modo la labor de los centros sanitarios, he recordado esa imagen de la Iglesia como «hospital de campaña» a la que tantas veces alude el Papa Francisco; también nosotros la hemos incorporado en nuestros planes y objetivos pastorales; pero hoy quiero retomarla para que nos ayude a situarnos mejor como Iglesia de bautizados en este momento histórico que nos toca vivir. Porque desde lo que estamos viviendo, y en el futuro inmediato, la Iglesia, nosotros como Iglesia, hemos de ser un permanente «hospital de campaña» donde fluya para todos, y más para quien más lo necesite, la misericordia de nuestro Dios.
«Veo con claridad, decía el Papa al comienzo de su pontificado, que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas…Y hay que comenzar por lo más elemental… ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro» (Entrevista concedida a A. Spadaro, el 19 de septiembre de 2013). La misericordia, dice en otra ocasión «es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Su credibilidad pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo» (Misericordiae Vultus, 10).
En los relatos de la apariciones del Señor, que las lecturas del Evangelio nos han ofrecido esta semana pasada, hemos visto a Jesús dando la Paz a sus discípulos, liberándolos del miedo, llenándolos de la alegría de su resurrección… y enviándolos luego a Galilea para anunciar el Evangelio, para continuar su misión: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20,21). En este tiempo pascual nos toca a nosotros acoger ese envío: la misión de la Iglesia es nuestra misión; Galilea es para nosotros la realidad cotidiana, la familia, el trabajo, la vida, allí donde podamos llevar esperanza, con gestos de ayuda, de compasión y de amor. Este fluir de la misericordia tiene que ser el modo de ser y vivir de la comunidad cristiana para ser evangelizadora.
Todos conocéis la cantidad de iniciativas con las que nuestra Iglesia en Burgos quiere estar presente e implicarse en tantas necesidades del momento. En este domingo de la misericordia os invito y animo a secundar, donde podáis y como podáis, estas acciones u otras que se puedan emprender. «Qué hermoso es, dice el Papa en la reciente Vigilia Pascual, ser cristianos que consuelan, que animan, que llevan las cargas de los demás, que en tiempos de muerte son mensajeros de vida… Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada rincón de esa humanidad a la que pertenecemos y nos pertenece porque todos somos hermanos». Ocasiones de implicarnos en el momento presente de tantas heridas, con las obras de misericordia en sus muchas aplicaciones, no nos van a faltar.
Pidamos a Nuestra Señora que vuelva sus ojos misericordiosos a la humanidad doliente y que nos dé un corazón lleno de misericordia para que no pasemos de largo ante ninguna necesidad.