El Papa en los Emiratos Árabes: un viaje para la fraternidad y la paz
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
En este espacio dominical que se me ofrece para el comentario, la reflexión o la información eclesial, quiero referirme hoy al viaje que el Papa Francisco ha realizado recientemente a los Emiratos Árabes, noticia e imágenes que ya conocéis por los medios de comunicación. El viaje se ha valorado como un hecho histórico porque es la primera vez que un obispo de Roma se ha hecho presente en la Península de Arabia y ha sido acogido de modo cordial por el Príncipe heredero y otras autoridades locales. La relevancia histórica resalta también desde el punto de vista eclesial: por primera vez se ha celebrado en esa región una misa pública y abierta con asistencia de más de 120.000 cristianos procedentes de toda la península arábiga.
El motivo directo del viaje ha sido la participación en una conferencia interreligiosa con altos representantes del islam y de diversas religiones. A la vez se conmemoraba el octavo centenario del encuentro de san Francisco de Asís con el sultán Al-Malek. Como eco del espíritu del santo de Asís, en su mensaje a la población el Papa Francisco dijo mostrarse «feliz por escribir una página nueva de las relaciones entre religiones en vuestra querida tierra, para confirmar que somos hermanos en la diversidad». Como Francisco de Asís, también el Papa Francisco hacía una apuesta, inédita en aquel lugar, por la familia humana, la fraternidad y la paz.
La iniciativa del Papa sin duda es arriesgada y valiente, porque se produce en un contexto de profunda crisis a diversos niveles: entre los países musulmanes de la península arábiga, entre los países islámicos y el estado judío, entre los musulmanes y gran parte de la opinión pública occidental. Esta actitud de oposición al islam, ampliamente difundida entre los países occidentales, fue reconocida en presencia del Papa por Al Tayek, imán de la importante mezquita de El Cairo, que ya se había encontrado en otras ocasiones con Francisco: «Los musulmanes, dijo, hemos pagado un gran precio: el islam es visto como una religión de la violencia y de la sangre»; por eso «queremos construir una cultura y una fraternidad en todo el mundo», para detener los frentes de guerra, la división del mundo en bloques, la lacra del terrorismo y de la violencia...
El Papa se presentó como «un creyente sediento de paz», y pronunció un incisivo discurso en materia de diálogo interreligioso y defensa de la paz. A partir del símbolo del arca de Noé, Francisco recordó que «necesitamos entrar juntos como una misma familia en un arca que pueda navegar por los mares tormentosos del mundo: el arca de la fraternidad», que se basa en el Dios Creador, que dio a todos los seres humanos la misma dignidad. Las religiones deben ser canales de fraternidad y no barreras de separación. Para ello hemos de recurrir a la oración, a la práctica de rezar los unos por los otros. El encuentro entre religiones tiene como objetivo reafirmar una fraternidad que, frente a tantas amenazas de diverso tipo, hay que defender. Todo quedó acuñado finalmente en el documento firmado por el Papa y el Gran Imán sobre «La fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia común».
El viaje del Papa ha tenido además un profundo significado eclesial que no puede pasar desapercibido. Gracias a esta visita hemos conocido mejor una Iglesia que vive en circunstancias difíciles. Aunque durante los últimos años se han producido contactos entre representantes vaticanos y representantes políticos de estos países, y aunque en algunos emiratos se admite la existencia de templos de culto cristiano, en países como Arabia Saudita siguen prohibidos todos los lugares de culto salvo las mezquitas. Son casi un millón los miembros de la Iglesia católica, la mayoría trabajadores, inmigrantes, procedentes especialmente de India y de Filipinas. Son una Iglesia minoritaria, pobre y marginada. Debemos sentir como propio el enorme gozo que para ellos ha supuesto la visita del Papa. Gracias a ello se han sentido parte viva de la comunidad católica, y se han hecho visibles sus problemas y sus expectativas a los ojos del mundo.
Deseo que no nos deje indiferentes este viaje misionero y valiente del Papa Francisco. Y que el Señor bendiga sus pasos con abundantes frutos de fraternidad y de paz.