La vida consagrada, presencia del amor de Dios
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Ayer, festividad de la Presentación del Señor, se celebraba en la Iglesia, y vivimos en nuestra diócesis, el día de la Vida Consagrada. En esa escena evangélica que nos narra la presentación que María y José hicieron de Jesús en el templo “para presentarlo al Señor” (Lc 2, 22), se revela el misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para cumplir fielmente su voluntad (cf. Heb 10, 5-7). “La Presentación de Jesús en el templo constituye así un icono elocuente de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente” (S. Juan Pablo II, Vita Consecrata, nº 1). Como Comunidad diocesana nos unimos a esta celebración para dar gracias a Dios por el gran don de la vida consagrada que nos enriquece con la multiplicidad de sus carismas y con los frutos de tantas vidas entregadas a Dios y a los hermanos; y para tomar mayor conciencia de su misión en la Iglesia y en el mundo.
Con ocasión de esta fiesta de todos los que conformáis la vida consagrada en nuestra Iglesia en Burgos, quiero haceros llegar mi más cordial felicitación. En el tiempo que llevo entre vosotros he podido disfrutar de la acogida cercana y del encuentro fraterno cuando he ido a visitaros personalmente a cada Comunidad. En mis visitas me he acercado a vuestro testimonio de vida, a vuestras situaciones más reales, a vuestros problemas y dificultades, y me ha asombrado la solidez que aportáis a nuestra Iglesia con vuestra fe y vuestra esperanza, con vuestra vida comunitaria y vuestro servicio a los más pobres y necesitados. Del mismo modo, ahora estoy procurando sacar tiempo para estar de nuevo con cada una de las 30 Comunidades de vida contemplativa, y para mí ha sido y está siendo una experiencia gozosa y espiritual profunda, porque vuelvo a percibir con claridad que la oblación de vuestras vidas en el amor al Señor, en el silencio y en la oración constante es valiosísimo aliento que ayuda muy eficazmente a respirar a toda la Iglesia. Como tantas veces he dicho y escrito, en vosotros, los consagrados, he podido constatar la admirable acción del Espíritu en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad.
El Papa Francisco dirigía el pasado mes de noviembre un mensaje a la CONFER-España con motivo de su 25 Aniversario y les decía: “Os invito a mirar con confianza el futuro de la vida consagrada en España..., no se deben escatimar esfuerzos para servir y animar la vida consagrada española, para que no le falte la memoria agradecida ni la mirada hacia el futuro, pues no cabe duda de que el estado de la vida religiosa, sin ocultar incertidumbres y preocupaciones, está lleno de oportunidades y también de entusiasmo, pasión y conciencia de que la vida consagrada hoy tiene sentido”. Hago mías sus palabras; y os invito también a todos los consagrados y a todos los creyentes a mirar con confianza el futuro de la vida consagrada en nuestra diócesis. Sé que hay falta de vocaciones, sé que hay dificultades, pero vivamos y ofrezcamos a los jóvenes la alegría del Evangelio y “miremos con confianza el futuro”. Porque el Señor, que sigue llamando, suscitará respuestas con nuevas vocaciones, por los mismos o por distintos caminos, con estas u otras formas de servicio en la Iglesia, que seguirán siendo presencia elocuente del amor de Dios en el mundo.
Ya sabéis que, como personas consagradas, tenéis un papel significativo en nuestra Iglesia local. De capital importancia es vuestra aportación al desarrollo conjunto de la pastoral diocesana. Las diversas formas en que vivís los consejos evangélicos son expresión y fruto de los dones espirituales recibidos por vuestros fundadores para ponerlos al servicio de la tarea evangelizadora. Sabéis que quiero contar con todos los Institutos implantados en nuestra Iglesia y que procuro reservaros un espacio propio en los proyectos de la pastoral diocesana que estamos llevando adelante entre todos los bautizados. Qué razón tenía S. Juan Pablo II cuando en la Exhortación Apostólica Vita Consecrata decía que: “Una diócesis que quedara sin vida consagrada, además de perder tantos dones espirituales, ambientes apropiados para la búsqueda de Dios, actividades apostólicas y metodologías pastorales específicas, correría el riesgo de ver muy delimitado su espíritu misionero, que es una característica de la mayoría de los Institutos” (nº 48).
Os encomiendo de corazón a Santa María, Virgen fiel. Ella os dirá, como en Caná, “haced lo que Él os diga”, para que sigáis ofreciendo el testimonio vivo de que Dios está presente en todo lugar y época, y de que su amor llega a todos los rincones de la tierra y del corazón humano.