Adviento: caminar atentos, vigilantes y esperanzados
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Comenzamos hoy el camino del Adviento que culminará en la Navidad. El Adviento es un tiempo de gracia y de esperanza, de vigilancia y espera. Un año más evocamos y actualizamos que el Señor viene, se hace uno de nosotros. Y debemos prepararnos. Jesucristo se manifiesta y desvela la grandeza de un misterio que ha cambiado la historia y que sigue iluminado hoy el camino de toda la humanidad.
El Adviento, en palabras del Papa Francisco, «es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo..., viviendo atentos, vigilantes y esperanzados. La persona que está atenta es la que, en el ruido del mundo, no se deja llevar por la distracción o la superficialidad, sino que vive de modo pleno y consciente, con una preocupación dirigida en primer lugar a los demás... La persona vigilante es la que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la desilusión; ...estar atentos, alerta y esperanzados son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas».
El tiempo del Adviento debe suscitar en nuestro corazón de Iglesia diocesana esa esperanza viva, de profundas raíces bíblicas. El Adviento nos sitúa ante el rostro amoroso de Dios que quiere trasmitirnos en su Hijo, Jesucristo, su mensaje de salvación y de amor, convirtiéndose así en nuestra auténtica esperanza. Al igual que ocurría en los primeros tiempos del cristianismo, la Iglesia hoy ha de ser portadora y sembradora de una «nueva esperanza». Para ello hemos de procurar vivir y comunicar lo genuino de nuestro vivir esperanzados. En realidad, si falta Dios, falla la esperanza. Todo pierde sentido... Pero nadie está excluido de la esperanza de la Vida, del Amor de Dios; y la Iglesia está invitada a anunciarlo y a despertar por todas partes esa esperanza.
Comencemos hoy el Adviento, despertando en nuestro interior la esperanza y la espera del DIOS QUE VIENE. La tradición de la Iglesia siempre ha contemplado su venida en tres momentos: el acontecimiento de Belén, en referencia al pasado; la venida gloriosa al final de la historia, mirando al futuro; y la venida en el presente, que tiene lugar en la vida y en el corazón de los creyentes como una “encarnación espiritual”, según la feliz expresión del Papa Benedicto XVI. La Palabra de Dios que se nos regala en la liturgia de los próximos domingos de Adviento, nos urge a que preparemos los caminos y reavivemos nuestra esperanza en el Señor que está viniendo.
En el primer domingo, se describen, con términos apocalípticos, los signos que precederán el fin de los tiempos: entonces «veremos al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria», y por ello se nos dice: «levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación» (Lc 21,27s.), para que crezca nuestra esperanza en la plenitud de vida definitiva.
En el segundo, la voz de Juan el Bautista nos llama a la conversión para preparar el camino del Señor y fortalece nuestro vivir esperanzado, cuando anuncia que «toda carne verá la salvación de Dios» (Lc 3,6).
El tercero nos convoca a una esperanza comprometida –¿qué debemos hacer?– porque Juan nos invita también a nosotros a llevar una vida digna y solidaria con los demás, pues hemos recibido el bautismo no con agua sino «con Espíritu Santo y fuego» (Lc 3,16), y San Pablo nos urge a vivir y a dar razón de nuestra esperanza desde la alegría del Evangelio (Flp 4,5s.).
Y el cuarto domingo, ya a las puertas del día de Navidad, nos acerca a María, Virgen de la Esperanza. Ella nos invita a celebrar la Navidad con su misma actitud: humilde, agradecida, abierta a la voluntad del Señor; y siempre en camino hacia las necesidades de los demás llevando entrañablemente a Jesús, Evangelio de esperanza para el mundo (cf. Lc 1,39-45).
El Señor está cerca. Él viene a nuestro encuentro, para que nos encontremos con Él. Y para que cada uno podamos llevar a otros la esperanza y la alegría de la buena Noticia que celebramos en Navidad. Hoy os invito a que os preguntéis en algún momento: ¿Como quiero vivir este Adviento...?, ¿...en la familia, en el trabajo, en relación con Dios y con los demás...?
El Señor está cerca. ¡Ven, Señor Jesús!