Una Iglesia que ayuda a los más pobres
Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
La Iglesia ha tenido siempre una gran preocupación por los más pobres y marginados de la sociedad. Es lógico, porque Jesucristo, su Fundador, privilegió en su trato y en sus acciones a los enfermos, leprosos, pobres y pecadores.
Esta preocupación no tardó en institucionalizarse, hasta el punto que pronto creó un cuerpo de personas con el encargo específico de atender a los pobres y necesitados. Esta institución –los diáconos- llegó a tener tal peso, que, durante mucho tiempo, a la muerte del Papa era elegido para sucederle el primero de los diáconos.
El santoral de la Iglesia registra nombres tan gloriosos como san Esteban, san Lorenzo, san Vicente y san Efrén, todos ellos diáconos.
Por otra parte, sería interminable la lista de los hombres y mujeres a quienes la Iglesia, a lo largo de la geografía y de los siglos, ha enseñado a leer y escribir, y a los que ha hecho posible acceder a estudios medios y universitarios. Sin contar las escuelas, hospitales, guarderías, etc. que ha construido y sigue construyendo para atender a las personas más desfavorecidas.
España no ha sido una excepción. Bastaría preguntar a muchos profesionales actuales dónde y cómo realizaron sus estudios y se abrieron paso en la vida.
Con la llegada del llamado "estado del bienestar" y la cobertura social de la vejez y enfermedad así como los seguros sociales de todo tipo, algunos pensaron que la función caritativa de la Iglesia había quedado "superada" o, cuando menos, que ya no era estrictamente necesaria. Sin embargo, ha bastado que la crisis nos haya vuelto a visitar para percatarnos del papel decisivo que ha jugado la Iglesia para millones de personas en necesidad: parados, emigrantes, pobres de solemnidad, gente sin techo ni hogar y un largo etcétera. Baste pensar, por ejemplo, en la labor de las Cáritas diocesanas y parroquiales, en los Bancos de alimentos, proyecto Atalaya y tantas instituciones benéficas que la caridad cristiana ha sabido imaginar y crear.
La semana pasada los obispos de España hemos presentado la memoria de actividades de la Iglesia católica en España durante el año 2013. Sólo en el campo de caridad asistencial destacan 8.490 centros sociales y asistenciales de la Iglesia (355 más que el año anterior), habiéndose incrementado la actividad caritativa en los últimos cuatro años un 76%. También llama la atención el número de programas y centros para la mujer en riesgo de exclusión, víctimas de la violencia, exprostitutas, explotación sexual y laboral.
A ello hay que añadir la labor pastoral que desarrollan los sacerdotes, religiosos y laicos en el medio rural y urbano y en la actividad educativa.
Todo esto ha sido posible por el esfuerzo y colaboración de tantas familias, personas anónimas y voluntarios, que no han dudado en dedicar su dinero, su tiempo y su solidaridad a las personas más necesitadas. Además, es justo reconocer –y agradecer- el apoyo manifestado por los 9 millones de contribuyentes que han marcado la casilla de la Iglesia Católica en la declaración de la renta.
No sabemos cuánto tiempo necesitaremos para salir de la crisis actual. Pero es indudable que serán muchas las personas que, incluso cuando salgamos de la crisis, van a necesitar nuestra ayuda. Seguirá la inmigración, aumentará la soledad de muchas personas ancianas, crecerá el número de niños que sufrirán la separación de sus padres, se multiplicarán los conflictos y problemas matrimoniales, aparecerán nuevas pobrezas y exclusiones, etcétera.
La Iglesia no puede despreocuparse de esas necesidades pues su presencia será tan imprescindible como la del buen samaritano que ayudó al caminante asaltado por los ladrones en su camino. Por eso, te animo a que sigas apostando por la Iglesia y ayudándola con su tiempo y tu dinero. Un modo bien concreto es que elijas la casilla de la Iglesia, con la de otros fines sociales, en tu declaración de la renta. Gracias por anticipado. Porque, con tu ayuda, seguiremos ayudando a quien lo necesite.