«Gaudete et exsultate» Todos estamos llamados a la santidad
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Gaudete et exsultate, Alegraos y regocijaos. Así comienza la nueva Exhortación Apostólica que nos ha regalado recientemente el Papa Francisco, sobre la llamada a la santidad en el mundo actual. Dada su importancia, porque va dirigida a todos y cada uno de los bautizados, me ha parecido conveniente hacer ya algún comentario en esta reflexión dominical.
Hoy no pretendo ofreceros más que una presentación breve, destacando algunos aspectos importantes. Volveré sobre ella en otras ocasiones porque su contenido y su permanente actualidad merecen una meditación pausada, detallada y repetida. El Papa Francisco, que promueve la transformación profunda de la Iglesia para ser fiel a Jesucristo y a su misión en el mundo, nos ha invitado a una conversión pastoral y misionera, a una renovación o reforma de las instituciones eclesiales de cara a la evangelización..., recordándonos al mismo tiempo que ello solo tiene sentido sobre la base de la santidad de todos los bautizados.
Gaudete et exsultate prolonga una de las ideas más importantes e innovadoras del Vaticano II: todos estamos llamados a la santidad. Ahora, el Papa Francisco se propone animar a todos a acoger la llamada a la santidad en la vida cotidiana. No es la vocación de unos pocos elegidos, ni requiere ausentarse de este mundo, ni abandonar las actividades acostumbradas, ni exige una perfección total y constante. Debemos por ello perder el miedo a la santidad. Podemos vivirla y realizarla a través de pequeños detalles, con gestos sencillos, con la garantía de que ello nos aporta también felicidad y gozo de vivir. Cada uno de nosotros tiene su propio camino y su propio estilo de santidad. Tarea nuestra es descubrir ese camino concreto que nos permita reflejar un aspecto de la vida de Jesús. Eso será también un regalo para el mundo. «Me gusta ver la santidad, dice el Papa, en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios» (GE, 7). Las palabras del título, Alegraos y regocijaos, son las de Jesús en las Bienaventuranzas, las cuales constituyen la columna vertebral de la propuesta de la Exhortación Apostólica: «Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en el cielo» (Mt 5, 12). El punto de referencia y la clave del cristiano para llegar a ser santos lo constituyen las Bienaventuranzas. La fuerza del testimonio de los santos radica en vivir las Bienaventuranzas. De ellas brotan las distintas perspectivas de la santidad. Recordemos, como perlas preciosas, la formulación que hace el mismo Papa al final de cada una de las bienaventuranzas, cuando las comenta en la Exhortación: «Ser pobre en el corazón, esto es santidad. Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad. Saber llorar con los demás, esto es santidad. Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad. Mirar y actuar con misericordia, esto es santidad. Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad. Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad. Aceptar cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas, esto es santidad» (GE Capítulo 3). Con la mirada puesta en el mes de mayo, pidamos a María que nos ayude a recorrer este camino de santidad, pues ella, dice el Papa, «vivió como nadie las Bienaventuranzas de Jesús..., la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña» (GE, 176).