50 años de nuestra Facultad de Teología
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Este próximo martes nuestra Facultad de Teología celebra la inauguración de curso. En esta ocasión la celebración adquiere un relieve especial porque tiene lugar en el marco del 50 aniversario de su fundación. Por eso, como arzobispo de Burgos y a la vez Gran Canciller de la Facultad, deseo y es una satisfacción para mí dedicar a este tema mi reflexión semanal. De este modo quiero haceros a todos partícipes de esta conmemoración de la Facultad y del Instituto de Ciencias Religiosas, que considero un regalo de Dios para nuestra diócesis y para nuestra ciudad.
Un aniversario como este es un acto de recuerdo, de gratitud y de reconocimiento, por el servicio que la Facultad ha prestado de modo directo a la diócesis, y que también se ha extendido más allá de nuestras fronteras. Quienes, como yo, venimos de fuera estamos en condiciones de valorar y apreciar la calidad y la eficacia de este servicio; algo que, como sucede a veces, no siempre es percibido por los que están más cerca.
Mi agradecimiento se dirige a quienes con tanta ilusión la pusieron en marcha y la han mantenido durante este tiempo. A todos sus profesores que han dedicado (y siguen dedicando) muchos esfuerzos, lo mejor de su vida, a este proyecto. Igualmente al personal de servicio y de administración, que la han sentido como algo propio, así como a los benefactores que, de modos muy diversos, han apoyado sus iniciativas.
La mirada agradecida al pasado se convierte en responsabilidad ante el presente y en ilusión renovada de cara al futuro. No podemos ocultar las dificultades actuales, porque ha disminuido el número de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, algo que se va reflejando cada curso en la disminución del alumnado, y por el esfuerzo económico que exige su mantenimiento. Pero la conciencia de responsabilidad nos hace descubrir que su existencia sigue siendo al menos tan necesaria como antes. En cuanto pastor de esta Iglesia concreta, debo subrayar esta necesidad por la importancia del servicio que presta y puede prestar a todos los que desean profundizar su fe y su compromiso cristiano.
La Facultad de Teología tiene como tarea propia e irrenunciable la investigación, las publicaciones y la enseñanza sistematizada de las distintas materias. Pero hoy es más urgente que antes la preparación para el diálogo con la cultura actual, es decir, la profundización y la propagación de la fe desde las circunstancias de nuestro tiempo y desde las necesidades de la vida eclesial. Como recordaba el Papa Francisco a la Universidad Católica de Buenos Aires, que tan bien conocía: «la Teología debe conjugar ciencia y santidad, para evitar convertirse en teología de despacho que «contempla la humanidad desde un castillo de cristal»; «enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa». La Teología, añadía, «ha de acompañar los procesos culturales y sociales, especialmente en las situaciones difíciles para ayudar a la Iglesia a ser «hospital de campaña» que vive su misión de salvación y curación».
Desearía resaltar con especial fuerza la función que la Facultad, así como el Instituto de Ciencias Religiosas, tiene que desempeñar en la formación de los agentes de pastoral y de todos los miembros del Pueblo de Dios en función de las actividades que desempeñan en la Iglesia o en el mundo. Todos ellos deben alimentar su fe y su compromiso con una reflexión sistemática que esté a la altura de nuestro tiempo. Por eso animo a aprovechar esta riqueza formativa con la que contamos afortunadamente; así como a renovar la ilusión para mostrar, con iniciativas creativas, que la Facultad es realmente casa de todos los que participan activamente en la vida de la diócesis.
Agradezcamos y pidamos al Señor que acoja y multiplique la siembra de la Facultad a lo largo de los 50 años pasados y que bendiga su tarea con frutos abundantes en el presente y en el futuro.