Verano: tiempo de gracia y fecundidad
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Nos encontramos ya en pleno periodo de verano. Un tiempo distinto que cambia la fisonomía de nuestro paisaje y nos saca de los habituales trabajos y ritmos del año. Al pasar por los campos de nuestra provincia observamos ya muchas de las tierras cosechadas. En las eras de nuestros pueblos pueden verse algunas de las parvas de trigo y de cebada, con una cosecha que hubiéramos deseado más abundante. El paisaje rural se transforma por unos meses, llenándose las calles de bullicio y de gente que busca el descanso y la tranquilidad de nuestros pueblos, y quién sabe si también las raíces y la propia identidad. Por el contrario, el paisaje de nuestra ciudad se muda para vaciarse en sus calles y llenarse de infinidad de turistas que visitan los encantos de nuestra capital y provincia.
Al pasear estos días por el entorno de nuestra Catedral, que ha iniciado ya su camino de preparación para celebrar el VIII Centenario de su fundación, nos encontramos con cientos de personas de otras latitudes que nos recuerdan la pequeñez de nuestro mundo globalizado. Muchos proceden de esa ‘Calle Mayor’ que atraviesa nuestra Diócesis que es el Camino de Santiago, auténtico privilegio para nuestra sociedad burgalesa y para nuestra Iglesia que peregrina en Burgos. A través de él podemos llenarnos de la enorme espiritualidad que lo caracteriza y que debiera servirnos como impulso misionero a los que aquí quedamos. La experiencia del Camino, lo sabéis los muchos que lo habéis realizado, deja una huella profunda en el interior de cada uno, siempre bienhechora, gratificante y capaz de sanar tantas heridas que nos produce la vida. Precisamente hace unos días celebrábamos la fiesta del Apóstol que desde Santiago sigue animando nuestros pasos en la fe y “protegiéndonos siempre con su poderosa intercesión”.
Junto a los peregrinos, las calles de nuestra ciudad también están repletas de turistas que, con sus cámaras, tratan de captar la vida y la belleza que descubren. El fenómeno del turismo es, sin duda, muy importante desde el punto de vista económico. Así lo siente nuestra economía y el sector hostelero que de él depende. Pero nos equivocaríamos si lo viéramos únicamente desde el baremo meramente economicista. El turismo es también una riqueza en otro sentido: es una oportunidad para las relaciones humanas, culturales, sociales y religiosas; una ocasión diaria para acoger, escuchar, acompañar con un trato amable a cuantos se acercan a nuestra ciudad. El Papa Francisco nos habla de «promover un turismo sostenible, que lleve desarrollo y encuentro con las poblaciones locales, y evite todo tipo de discriminación.»
En el fondo, como os comentaba hace unas semanas, el verano es un momento privilegiado para el encuentro: para el encuentro con Dios, con los demás, consigo mismo y con la naturaleza. No son éstas dimensiones separadas, sino que se entrelazan y se enriquecen, porque el ser humano es uno solo y plural. Sé que muchos de vosotros aprovechareis estos días para múltiples experiencias que favorecerán todos estos aspectos. Os animo a seguir empleando vuestro tiempo de esa manera tan constructiva.
Quisiera recordar aquí a los que pasáis estos días en los campamentos de verano organizados por tantas de nuestras parroquias, y en las que colaboráis generosamente muchos de vosotros. A los que aprovecháis el tiempo libre para realizar cursos de formación o experiencias de cooperación internacional. A los que sacáis tiempo para disfrutar de unos días de Ejercicios Espirituales o de silencio habitado, en los muchos Monasterios de nuestra provincia, que serenen el ánimo y alienten con nuevas energías la vuelta al quehacer cotidiano. A los que animáis con vuestra presencia y dedicación las Asociaciones de muchos de nuestros pueblos que durante estos días organizan semanas y actividades culturales y recreativas. A los que estáis pendientes durante el verano de los que están solos, enfermos o con especial necesidad. ¡Cuánto tiempo dedicado a los demás, que fomentan la cultura del encuentro y de la fraternidad!
También yo, con este mensaje, quiero concluir el Curso Pastoral. Nuestros encuentros semanales los retomaremos en septiembre. Ha sido un curso intenso, lleno de vida y de fecundidad. El Dueño de la Mies ha seguido sembrando copiosamente en el campo de esta Iglesia de Burgos que quiere ser Discípula Misionera. Os animo a que el verano siga siendo un tiempo de gracia y fecundidad. ¡Feliz verano a todos!