Para que tengan vida
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Hoy estamos celebrando el Domingo de Pascua. Quiero, en primer lugar, que os llegue mi entrañable saludo y felicitación pascual, deseándoos a todos y cada uno la alegría, la paz y la vida nueva del Señor Resucitado. «Buscáis a Jesús, el crucificado... No está aquí, HA RESUCITADO, id a contárselo a los discípulos... Ellas, llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos». Con estas palabras podemos resumir el Evangelio de la Vigilia Pascual. Es el mensaje que el ángel comunica a las mujeres que habían acudido al sepulcro de Jesús. Como cuenta el evangelista, ellas fueron a anunciarlo rápidamente, porque el gozo pascual empuja al anuncio, a la evangelización.
Esa misma experiencia de júbilo se prolonga permanentemente en la Iglesia. Los cristianos en este día nos saludamos y nos decimos: «Felices Pascuas». Ciertamente podemos estar contentos porque celebramos la victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado, de la esperanza sobre el desánimo, del amor sobre el odio.
Durante la Semana Santa hemos contemplado al Crucificado, nos hemos conmovido con su sufrimiento, hemos reconocido nuestras infidelidades y pecados, nos hemos asombrado ante una generosidad que lleva a Jesús hasta la muerte por nosotros. Pero «no busquéis entre los muertos al que vive», se nos dice también en el pasaje evangélico de la resurrección. Por eso también celebramos que él sigue viviendo, más aún, que es el Viviente, el que nos permite comprender realmente lo que es la Vida, el Amor mismo de la Trinidad. Sí, Él vive y está entre nosotros, para darnos Vida y Vida abundante, como nos lo había prometido.
Por eso precisamente este día, «el día de los días», he querido ofreceros una Carta Pastoral que dirijo a toda la diócesis, a cada uno de vosotros. Su título es «Para que tengan vida». Ese ha sido el lema y el objetivo de mi ministerio sacerdotal desde que fui ordenado presbítero: que la Vida que el Resucitado nos regala llegue realmente a la vida de todos los seres humanos, a todas las dimensiones de nuestra existencia personal y colectiva.
Jesús pronunció las palabras «Para que tengan vida» cuando se presentaba como el Buen Pastor. Se daba cuenta de que muchos actuaban como «bandidos y salteadores» al buscar su propio beneficio olvidando y manipulando a los más débiles y vulnerables. Nosotros como cristianos, también yo como obispo, debemos seguir las huellas del Buen Pastor, buscando y trabajando por una vida digna para todos y ofreciendo a nuestros contemporáneos el sabor de la Vida plena y verdadera. A ello deseo invitaros y convocaros por medio de esta Carta Pastoral.
En ella continúo el diálogo que he venido manteniendo con vosotros a través de estos mensajes dominicales, recogiendo todo lo que he visto y escuchado durante este año y medio que camino con vosotros. Con actitud de servicio he participado en muchos encuentros y conversaciones, he conocido muchos rostros y nombres, he procurado valorar todos los signos de vida que cuidáis y cultiváis. También he intentado detectar vuestros anhelos y expectativas, que son siempre fuente de esperanza y de vida. Asimismo he procurado identificar con realismo y con serenidad las tentaciones o peligros que pueden apagar el aliento de nuestra experiencia pascual.
Estas y otras reflexiones se encuentran en la Carta Pastoral. Pero sobre todo me ha interesado señalar las prioridades que, en coherencia con el Plan Pastoral diocesano, deben marcar nuestro camino hacia el futuro: crear comunidades auténticamente iniciadoras y acogedoras, continuar la renovación de nuestras estructuras territoriales y sectoriales para que seamos más evangelizadores, fomentar la formación para que todos los bautizados puedan actuar como protagonistas desde su propia vocación y su propio carisma.
Os invito cordialmente a que leáis y reflexionéis esta Carta. «He venido para que tengan vida», dice el Señor... Como seguidores suyos, profundizaremos todos juntos en nuestra conciencia eclesial y en nuestra voluntad de contribuir a un proyecto compartido en los múltiples caminos de la misión y del testimonio. Si vamos creando un espíritu común amaremos cada vez con más cordialidad a esta Iglesia concreta, que camina con Jesús Resucitado en nuestra diócesis de Burgos.
Con esta disposición, como discípulos y testigos, saldremos al encuentro de nuestros vecinos y conocidos. A ello nos invita la hermosa imagen que sirve como portada de la Carta: Jesús se acerca a la mujer samaritana pidiéndole de beber, a la vez que Él la invita a beber del agua de la Vida, un surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna. Si Jesús Resucitado nos permite gustar el sabor de la Vida nueva, llenos de alegría, como la samaritana, debemos anunciarlo, compartirlo y contagiarlo. EL SEÑOR