Tras las huellas de San Lesmes
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Queridos burgaleses: Me alegra mucho poder celebrar una vez más con vosotros esta fiesta tan entrañable para todos en torno a nuestro patrón San Lesmes. Releyendo algunos de los datos de su vida, podemos encontrar motivos de agradecimiento, fiesta y compromiso para caminar siguiendo sus huellas.
Lesmes nació en Loudun (Francia) el año 1030. Por influjo de sus padres sigue la carrera militar, pero a la muerte de éstos la abandona y se hace monje benedictino. Años más tarde, por deseo del rey Alfonso VI y su esposa, viene como asesor a España y encargado del Papa Gregorio VII para sustituir el rito litúrgico hispanomozárabe por el rito latino. Consigue que se le conceda la ermita burgalesa de san Juan junto con su monasterio y hospital. Allá se entrega a atender a los peregrinos del camino de Santiago, alimentar a los pobres y cuidar a los enfermos. Destaca por su asesoramiento en obras de saneamiento del río, tarea que evitó muchas pestes e inundaciones a la ciudad. Muere el 30 de enero de 1097. Y, por ello, Burgos celebra su patronazgo el domingo más próximo a esta fecha.
Estos breves trazos sobre su vida, nos hacen valorar la figura y el testimonio de San Lesmes. Creo que su vida puede ayudarnos a trabajar por una sociedad más saludable y humana. Hay una realidad concreta en la que San Lesmes es una referencia para nosotros. También hoy estamos emplazados a estar atentos, como él, a los peregrinos que vienen a nuestra tierra. A los que están realizando la experiencia humana y espiritual del Camino de Santiago y a todos aquellos emigrantes que anhelan una sociedad que los acoja y dignifique. Desde aquí, nos resulta más cercano el reto que el venerado San Juan Pablo II realizaba a las Iglesias en Europa a fin de crear entre todos una cultura nueva: «se plantea en Europa, decía, la cuestión de su capacidad para encontrar formas de acogida y hospitalidad inteligentes ... El fenómeno mismo de la globalización reclama apertura y participación, si no quiere ser origen de exclusión y marginación, sino más bien de colaboración solidaria de todos en la producción e intercambio de bienes». Y, así mismo, subrayaba que «una convivencia pacífica y un intercambio de la propia riqueza interior harán posible la edificación de una Europa (de Burgos, en nuestro caso) que sepa ser la casa común, en la que cada uno sea acogido, nadie se vea discriminado y todos sean tratados, y vivan responsablemente, como miembros de una gran familia».
Estos criterios, sin duda, nos ayudarán a prestar más atención a los que tienen necesidad. Bajo el símbolo de repartir los panecillos, San Lesmes nos anima a ser personas que comparten su vida y sus cosas con quienes menos tienen y más lo necesitan. Por desgracia, sigue habiendo muchos hermanos nuestros que viven en la precariedad, que no tienen para vivir, que su vida reclama apoyo y cercanía, que se encuentran solos, enfermos o necesitados. Por suerte, hay muchos organismos burgaleses, de diversa índole, que hace tiempo han tomado nota de todo ello y prestan un gran servicio. Os invito a que, ante ‘las pestes’ de nuestros días, seamos capaces de ir creando puentes de diálogo y colaboración entre todos. Así la ciudad será más humana, fraterna y habitable.
Un santo es un reflejo de Jesucristo. No solo vemos a Cristo a través de sus santos, como la luz a través de un cristal, sino que entendemos a los santos solo a través de Cristo. Seguir las huellas de San Lesmes ha de llevarnos a los cristianos a estar atentos a las llamadas que el Señor nos dirige en cada momento. Él moduló su vida creyente en favor de un seguimiento más radical del Espíritu en su vida benedictina y asumió una nueva misión para llevar adelante la reforma gregoriana en estas tierras.
Pidamos a Dios, por intercesión de San Lesmes, que como Iglesia diocesana nos dejemos conducir por el Espíritu del Señor Resucitado y sepamos ir realizando el proyecto que nos hemos dado para los próximos años: vivir en conversión pastoral y misionera sin prisas, pero sin pausas. Es a lo que nos anima el Papa Francisco cuando dice: «La Iglesia ‘en salida’ es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al lado del camino».