La conversión pastoral y misionera de nuestra iglesia
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El domingo pasado os invitaba a profundizar en la impor tancia que tiene el hecho de que todos los bautizados nos sintamos 'discípulos misioneros'. En concreto los que conformamos la Iglesia local de Burgos, para ir llevando adelante el nuevo Plan Pastoral diocesano que ya estamos dando a conocer.
Permitidme hoy que reflexione en voz alta sobre uno de los criterios que ha subrayado el Papa Francisco y que es piedra angular en nuestro itinerario para los próximos años: la conversión pastoral y misionera de nuestra Iglesia.
Esto es lo que nos propone el Papa Francisco en Evangelii Gaudium cuando dice: «lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están».
Evidentemente, la conversión pastoral, si quiere ser auténtica, ha devenir unida a la conversión personal y de la comunidad eclesial. A lo largo de la historia , la Iglesia siempre ha tenido conciencia de ser 'santa y pecadora'. El Vaticano II subraya la necesidad que tiene la Iglesia de renovación, reforma y fomento de lo mejor de sí misma. El decreto sobre la unidad de los cristianos destaca que todos los bautizados están llamados a «examinar su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia y, como es debido, emprender animosamente la tarea de renovación y reforma», ya que su horizonte «consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad hacia su vocación».
Desde ahí, las verdaderas reformas, como la llevada por este Concilio, han conjugado sabiamente dos criterios: crecer en la fidelidad desde la propia vocación de la Iglesia y pretender que el Evangelio de siempre siga siendo actual para todas las personas y en todos los lugares.
Como manifestaba el Beato Pablo VI: «la Iglesia comienza por evangelizarse a símisma ... a través de una conversión y una renovación constantes para evangelizar al mundo de manera creíble». En este punto, adquiere también especial relieve la reflexión que San Juan Pablo II hace al comienzo del nuevo milenio sobre la recepción y vigencia del Vaticano II en las iglesias locales; él plantea este modelo como «un serio exámen de conciencia» dado que la iglesia, treinta y cinco años después del Concilio ecuménico «habría sido invitada a interrogarse sobre su renovación para asumir con nuevo ímpetu su misión evangelizadora».
También los obispos españoles, en uno de los planes pastorales de la Conferencia, Proclamar el año de gracia del Señor, expresábamos que «se trata, no sólo de una conversión personal, sino también y a la vez de una 'conversión pastoral', puesto que tendremos que emprender acciones distintas de las que hasta ahora hemos llevado a cabo y realizar de manera diferente, apostólica y evangelizadoramente, muchas de las actividades ordinarias de la Iglesia. A lo largo de estos años deberíamos preguntarnos de una manera continuada e ir alcanzando las respuestas correspondientes en qué medida tendría que convertirse la Iglesia en España» para situarse correctamente en el horizonte del tiempo que le toca vivir.
Si os comento todo esto es para que veamos que nuestro empeño no es por novedad ni puro afán de planificar y programar, sino que responde a la vida permanente de la Iglesia y, por ello, su Magisterio viene insistiendo con fuerza durante los últimos años. Ahora bien, la conversión pastoral vive de una lógica más profunda que es la que la reclama y orienta: edificar una Iglesia en y para la misión. Desde sus inicios, la Iglesia aparece en salida hacia 'toda criatura' y hacia 'los confines de la tierra'. Es el mandato del Señor resucitado a aquellos primeros apóstoles: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Marcos 16, 15)
Estas palabras resuenan también hoy para nosotros y nos invitan a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro porque «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre» (Hebreos 13, 8).
Ante tantos desafíos del mundo actual: religiosos, morales, culturales, sociales..., nos recuerda el Papa Francisco, que «cada vez que intentamos volver a la fuente y a la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual». Ojalá que todo esto ayude a nuestra Diócesis para buscar nuevos caminos evangelizadores. ¡Esta es la tarea que tenemos por delante y en la que nos vamos a empeñar!