Discípulos misioneros
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Hoy quiero compartir con vosotros algunos de los criterios, actitudes y líneas de acción en los que nuestra Iglesia diocesana de Burgos se embarca para los próximos años. Periódicamente, y con el deseo de ir dando respuesta a las prioridades evangelizadoras de cada momento, se revisan y renuevan los planes pastorales; ahora hemos elaborado un nuevo Plan Pastoral para los años 2016-2020, que lleva por título Discípulos misioneros, es decir: seguidores de Jesús y comunicadores del Evangelio con la palabra y con la vida.
La Iglesia necesita ponerse siempre a la escucha de lo que el Espíritu le pide en cada hora de la historia. Por ser una realidad viva, requiere mirar hacia adelante, proyectarse, buscar las vías adecuadas para que su misión evangelizadora sea más significativa y estimulante. El Espíritu unas veces nos empuja desde dentro y otras nos atrae y nos llama desde el corazón del mundo para seguir comunicando la alegría del Evangelio, de modo que quienes realizamos la propuesta del mensaje de Jesús vivamos enraizados en el núcleo del amor de nuestro Dios y quienes la escuchan puedan sentirse atraídos a vivir desde la fe cristiana.
El nuevo Plan no arranca del vacío. Se sitúa en la llamada que el Papa Francisco nos viene realizando durante estos últimos años, asume el plan pastoral que los obispos españoles hemos diseñado, Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo, y tiene en cuenta la revisión del anterior Plan Diocesano (2013-2016). Desde ahí, nuestra diócesis ha de potenciar sus muchas posibilidades, aunar esfuerzos, atreverse a soñar con una Iglesia y un mundo más adecuados a los criterios evangélicos y trabajar por crear caminos nuevos en fidelidad a lo que pide nuestra fe. Por ello, es importante que nuestro horizonte se sitúe en “caminar como diócesis hacia una Iglesia más misionera en continua conversión”.
De cara a esta apasionante tarea, hemos de sentirnos, e ir creciendo, como discípulos misioneros. El Papa Francisco nos dice: “en todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar... Esta convicción se convierte en una llamada dirigida a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que nos salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo... Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos ‘discípulos’ y ‘misioneros’, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’ ”.
Para ello, hemos de acoger la llamada hecha a toda la Iglesia y que está en el comienzo del anuncio del Evangelio: la conversión, el cambio, la vuelta de nuestro corazón al proyecto amoroso de Dios para la humanidad. Una conversión a realizar a nivel personal, cada bautizado. Y una conversión a realizar en cada comunidad y movimiento eclesial. Es lo que el Papa llama “conversión pastoral y misionera”. No podemos seguir como estábamos. No dejemos que la inercia nos lleve. A lo largo de todo el tiempo en que se vaya desarrollando esta planificación hemos de reflexionar, dialogar y consensuar las respuestas a estos tres interrogantes: ¿qué hemos de seguir cuidando y promoviendo?, ¿qué hemos de ir posponiendo o abandonando?, ¿qué hemos de reemprender o iniciar?
Nuestra labor ha de ser la que movía a Jesús: anunciar la llegada del Reino. La Iglesia está al servicio de esa humanidad renovada que Dios Padre está impulsando desde dentro de ella misma a través de su Espíritu. Estamos para servir a las personas concretas. Y lo hacemos conscientes de que vivimos un momento socio-religioso y eclesial distinto: aunque perduran elementos del pasado, gran parte de nuestros hermanos no conocen a Jesús y la novedad del Evangelio. Tomar conciencia de ello nos ha de ayudar a no instalarnos en lo que se viene haciendo siempre y a encarar con nuevos métodos y nuevo empeño este gran desafío misionero. Porque, en palabras del Papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, “para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación”. Y ello desde un estilo humilde y evangélico como Iglesia diocesana: hemos de estar siempre en camino, queriendo vivir el espíritu y la práctica de la “sinodalidad”; es decir, del camino compartido, del discernimiento comunitario, de la corresponsabilidad afectiva y efectiva.
Este Plan de Pastoral se irá difundiendo poco a poco para su conocimiento, reflexión y puesta en práctica a todos los niveles diocesanos por medio de diversos encuentros. Ya, desde ahora, nos unimos y encomendamos a Santa María la Mayor, con palabras del Papa actual: “Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino... Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros”.