Nuestra Iglesia, con los jóvenes
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El próximo fin de semana tendrá lugar en Cracovia la XXXI Jornada Mundial de la Juventud presidida por el papa Francisco. Miles de jóvenes se reunirán en esa maravillosa ciudad polaca en medio de este año jubilar. Yo mismo acompañaré a los cerca de trescientos burgaleses que nos uniremos en este acto festivo y eclesial. Los días previos al encuentro con el Papa, los jóvenes de nuestra diócesis de Burgos compartirán diferentes momentos de oración, reflexión y encuentro con otros jóvenes venidos de todas las latitudes. Mañana mismo, fiesta de Santiago Apóstol, en el santuario de Chestokova, todos los españoles nos reuniremos para la celebración de la Eucaristía. Se trata, en fin, de unos días llamados a vivir una experiencia personal fuerte de encuentro con Jesús y su Iglesia.
A mi memoria vienen, cómo no, la maravillosa experiencia de la JMJ celebrada en Madrid en el 2011 a la que siguió la de Río de Janeiro vivida en 2014. La de este año ha sido preparada como un peregrinar personal en torno al mensaje de las bienaventuranzas, que durante tres años hemos venido reflexionando en los diferentes espacios eclesiales dedicados a la juventud. El lema que nos preside y que aúna todas las actividades de estos días está tomado del Evangelio de Mateo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5, 7).
La misericordia estaba llamada a ser la protagonista de este encuentro. Y no solo porque nos hallemosen el Año Jubilar de la misericordia, sino porque Polonia, y más en concreto Cracovia, ha sido la cuna de dos de los protagonistas que han puesto en el centro de la misión y del quehacer eclesial este mensaje de gracia que revela el misterio de Dios: san Juan Pablo II y santa Faustina Kowalska. Ellos, de muy diferentes formas, han sido dos grandes apóstoles de la misericordia en nuestro tiempo. Por ello serán los patronos de esta jornada; y con su vida y su mensaje serán presentados como modelos para toda la juventud.
¿Qué son y qué sentido tienen las Jornadas Mundiales de la Juventud? Desde luego no son un momento para hacer turismo. Tampoco son un punto de llegada en la pastoral juvenil, como una actividad desconectada del quehacer de todo el año. Muy al contrario, las Jornadas de la Juventud suponen una vivencia fuerte de fe y una experiencia profundamente eclesial. En estos encuentros se respira y se contagia la alegría profunda de ser seguidor de Jesús; se palpa la vitalidad de una fe que se ofrece como propuesta atrayente al joven de hoy que aspira a grandes ideales.
Sin lugar a dudas este año, como nos invita el Papa en su mensaje dirigido a los jóvenes, nos ayudará fundamentalmente a dos cosas: en primer lugar, a gozar de la misericordia de Dios que acoge, perdona y ama siempre, sin medida; que se nos revela en Jesucristo siempre volcado ante las miserias humanas. En segundo lugar, nos ayudará a descubrir la alegría de ser cada uno de nosotros instrumentos de la misericordia de Dios experimentada en la propia vida. En efecto, la experiencia del amor de Dios “implica hacer un espacio al otro dentro de sí, sentir, sufrir y alegrarse con el prójimo”.
Os invito a que os unáis a este encuentro de jóvenes de todo el mundo y a que lo apoyemos todos con la oración. Deseo que pueda suscitar grandes frutos, que solo Dios conoce, en beneficio de nuestros jóvenes, tan llenos de ilusiones, deseos y esperanzas. También en muchos de ellos anida la ilusión de vivir en una Iglesia que sea auténtica familia sinodal que responda a los nuevos retos de nuestro tiempo. Ciertamente existen jóvenes que buscan, que desean caminar con otros en su vida de fe, arropados por una comunidad adulta que los recibe, acoge y apoya. Por eso es tan importante plantear seriamente una pastoral juvenil en cada comunidad y en nuestra Iglesia local. En esa tarea, quiero agradecer y animar los esfuerzos callados y constantes de nuestra Delegación de Juventud que ha trabajado tanto a lo largo de este curso preparando a nuestros jóvenes para este Encuentro Internacional. A san Juan Pablo II y santa Faustina Kowalska encomendamos el desarrollo de la Jornada y la abundancia de frutos pastorales que todos deseamos.