Iglesia en misión: libertad religiosa y diálogo interreligioso
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Durante esta primera quincena de julio los burgaleses podremos disfrutar, entre otras muchas ofertas formativas, de dos muy relacionadas con nuestra Iglesia diocesana desde hace bastantes años. Durante los días 4 al 7 celebraremos la 69 Semana Española de Misionología, dedicada a Misión y diálogo interreligioso. Y los días 11 al 14, dentro de los múltiples Cursos de Verano organizados por la Universidad de Burgos, nuestra Facultad de Teología patrocina uno sobre Libertad religiosa en un mundo globalizado. Qué duda cabe que os invito a participar en ambos encuentros a todos los que podáis y tengáis interés en estos temas. Sin duda, son realidades que ya forman parte de nuestra vida cotidiana.
En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se reconoce la libertad religiosa, el derecho de toda persona a la «libertad de pensamiento, de conciencia y de religión... la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia»(art.18). El Concilio Vaticano II desarrolla ampliamente este tema en el documento denominado Dignitatis humanae, que trata expresamente del objeto y fundamento de la libertad religiosa de las personas y de las comunidades Allí se declara también que “la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa”. Si la Iglesia ha llegado a este punto, es porque valora y defiende, desde la Palabra revelada de Dios y por la misma razón natural, a la persona en toda su integridad y dignidad. Por tanto, la libertad religiosa no sólo puede sino que debe ser reconocida como un derecho fundamental en los ordenamientos jurídicos de los estados.
Algo que se suponía adquirido, vuelve a ser puesto en entredicho en nuestro mundo globalizado. Posturas fanáticas, dictaduras de diversa ideología y acciones concretas cercanas hacen que en los medios de comunicación sea un tema casi cotidiano. Por ello, los poderes públicos –y también nosotros como miembros de la Iglesia– hemos de de defender y proteger este derecho para facilitar la vida religiosa de los ciudadanos.
En un contexto de libertad y de protección de la libertad religiosa es donde nos hemos de situar cuando hablamos de diálogo interreligioso, como Iglesia que se sabe en misión desde el diálogo con todos, en especial, con otras religiones. El diálogo interreligioso puede ser definido como el conjunto de las relaciones positivas y constructivas con personas y comunidades de otras confesiones y creencias, tendentes a un conocimiento y enriquecimiento recíproco, siempre dentro de la actitud de obediencia a la verdad y de profundo respeto a la libertad. Cuando se da una comunicación auténticamente personal, se valora al otro como digno de ser compañero, amigo y hermano. Si se considera al otro como persona, se hace necesario y surge espontáneamente el diálogo interreligioso, algo que hemos de cultivar en nuestros contextos más inmediatos, porque vivimos en una sociedad cada vez más configurada por un pluralismo cultural y religioso.
Este diálogo reviste formas diversas en función de las circunstancias y de los destinatarios: el diálogo de la vida, el diálogo de las obras, el diálogo de los intercambios teológicos, el diálogo de la experiencia religiosa, el diálogo en el campo de la cultura. Dada tal variedad de formas, todos los cristianos están llamados al diálogo interreligioso, aunque no todos lo realicen por las mismas vías. Algunas de ellas ya se están realizando entre nosotros, de modo sencillo y generoso, y deben ser potenciadas.
Las actitudes para el diálogo interreligioso deben inspirarse en el actuar del mismo Dios, que se adelanta para amarnos primero, de suerte que cuando el cristiano se encuentra con otra persona se encontrará siempre con alguien amado por Dios. El cristiano debe evitar el fanatismo y el escepticismo. No puede instrumentalizarlo, ni siquiera para convertirlo en estrategia o método de evangelización. El diálogo libre y sincero es encuentro, comunicación personal, aceptación de la Verdad más grande, agradecimiento por la apertura de posibilidades, esperanza en una novedad que no se agota, ilusión por el advenimiento de lo inesperado. Así, si los cristianos nos aventuramos al diálogo es porque tenemos que comunicar, de palabra y obra, la alegre y buena noticia de Jesucristo, salvador del mundo.
Este es el deseo que el Papa Francisco nos ha expresado en el Año de la Misericordia: «La misericordia sobrepasa los confines de la Iglesia. Ella nos relaciona con el judaísmo y el islam, que la consideran uno de los atributos más característicos de Dios ... Que este Año Jubilar vivido en la misericordia pueda favorecer el encuentro con estas religiones y con las otras nobles tradiciones religiosas; nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y discriminación» (MV 23).