La importante tarea de educar
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
El curso escolar está tocando a su fin. Dentro de poco, muchos niños, adolescentes y jóvenes podrán disfrutar de unas deseadas vacaciones que siempre serán un buen momento para compartir más tiempo con la familia, los amigos y los diversos ambientes en los que se van a encontrar durante el verano. Quizá vayan a los pueblos de los abuelos o más lejos a conocer ciudades, países y culturas lejanas. Algunos, por motivos diversos (económicos, familiares, sociales...), tendrán su merecido descanso en el entorno habitual.
Ahora bien, aunque el curso escolar termine, la importante tarea de educar sigue. Sigue en las vacaciones, en los tiempos de ocio, en la convivencia familiar, en las vivencias religiosas, en el encuentro con los demás, en tantas experiencias que siempre dejan su huella en la vida de todas las personas y especialmente durante su infancia y adolescencia; porque es ahí donde se cimenta la construcción del «edificio» de la educación para la vida.
Nuestro Papa Francisco, se ha referido a la importancia de la educación en muchos momentos y situaciones e insiste en la importancia de esta tarea para las sociedades, países y religiones. Él ha podido constatar cómo en muchas partes la educación formal aún no es un bien preciado al que puedan acceder todos. Se lamenta de este déficit y de que no exista una educación adecuada que fomente personas libres, firmes y críticas ante ideologías y sistemas que no promueven este bien educativo de modo integral y solidario para que pueda llegar a todos. En un encuentro en Roma con escolares italianos se refiere a la necesidad de una educación integral, que tenga en cuenta el desarrollo de todas las dimensiones de la persona humana. Y dice: «Os deseo a todos vosotros, padres, profesores, estudiantes, personas que trabajáis en la escuela... os deseo un buen camino juntos, un camino que haga crecer en los tres idiomas que una persona madura debe saber hablar: la lengua de la mente, la lengua del corazón y la lengua de las manos; pero armoniosamente, es decir, pensar bien lo que sientes y lo que haces, sentir bien lo que piensas y lo que haces, y hacer bien lo que piensas y lo que sientes».
Dentro de los diversos ámbitos que contribuyen a la educación, la formación cristiana constituye un pilar fundamental para aquellas personas que quieren acoger libremente la buena noticia del Evangelio. El año 2013 los obispos españoles ofrecimos unas Orientaciones pastorales para la coordinación de la familia, la parroquia y la escuela en la transmisión de la fe. Decíamos que “es verdad que percibimos las necesidades y que son muchas las dificultades para que la comunicación de la fe, en la tradición viva de la Iglesia, sea acogida... Pero estamos persuadidos de que, a pesar de todo, y desde una sana antropología, los niños, adolescentes y jóvenes poseen un gran depósito de bondad, de verdad y de belleza... Con todo, ellos llevan dentro de sí la búsqueda de la verdad y el ansia por el sentido último de su vida, en consecuencia, la búsqueda de Dios”.
Reconozco y agradezco que muchos padres os intereséis y comprometáis en la educación de vuestros hijos. Sé que experimentáis gran dificultad en la comunicación de los valores y criterios que consideráis referencias importantes para su vida personal y social. Asimismo, padres y madres creyentes sufrís la misma dificultad a la hora de transmitir la fe a vuestros hijos. Pensad que la educación no es cosa de un día; convenceos de que todo lo que hagáis, de una forma u otra, tiene influencia en ellos. Como decía Einstein «dar ejemplo no es la principal manera de influir en los demás, es la única». No dudéis que vuestra dedicación, atención y paciencia, con la ayuda de Dios, dará su fruto.
Reconozco también y agradezco, a pesar de tantas dificultades, el esfuerzo grande y la entrega generosa de tantos catequistas. Contribuís a la educación de la dimensión religiosa y al conocimiento y vivencia de la fe cristiana en las distintas etapas del itinerario catequético. Constituís uno de los mejores frutos de nuestra Iglesia de Burgos. Comprobamos con satisfacción cómo la catequesis va mejorando en muchos casos en sus distintas dimensiones: en la exposición del mensaje cristiano, en la iniciación a la oración, en el estímulo a la escucha de la Palabra, en la sencillez y hondura de las celebraciones, en las propuestas de vida cristiana, en la invitación al seguimiento de Cristo.
Los centros educativos, en sus distintos niveles, y con la inestimable tarea de los educadores, colaboráis de manera significativa al proceso de socialización de los niños y jóvenes. Sois depositarios de la confianza de los padres y de la sociedad en la tarea de comunicar los valores más relevantes de la cultura, desarrollando de modo progresivo las capacidades físicas, intelectuales y morales de los alumnos. En este proceso educativo la enseñanza de la religión y la escuela católica tienen la misión de integrar la dimensión religiosa de la persona y, más en concreto en nuestra cultura, la tradición de la fe cristiana.
Alguien ha dicho que la educación es como un iceberg, en el que, según los expertos, la parte que está bajo el agua y que aguanta todo su peso, es 10 veces más grande que la parte que podemos ver. En educación también hay una parte que es visible y otra parte «bajo el agua»: educación en valores, ética, social, emocional... que es la que realmente aguanta todo su «peso». No siempre a esta parte se le presta toda la atención que merece y el iceberg se puede resquebrajar...
Invito a todas las instituciones implicadas a colaborar en este proyecto al servicio de una educación integral. Hoy necesitamos educadores que sean maestros y testigos; o, mejor, testigos para ser maestros. Confío en vosotros, cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, apasionados en la noble tarea de la educación y dispuestos a ofrecer lo mejor al servicio de las personas, siguiendo los criterios del Evangelio y como miembros de la Iglesia. Y, a vosotros, niños, adolescentes y jóvenes, os deseo un feliz verano y os invito respetuosamente a participar de la educación cristiana durante el próximo curso, tanto en las parroquias como en las clases de religión.