Testigos de Jesucristo

Estamos en Betania pero no en casa de los amigos de Jesús sino al aire libre. El Resucitado ha venido con sus discípulos. Será la última vez que estará con ellos de forma visible. A partir de hoy no les dejará huérfanos pero ya no le verán con los ojos de la cara. Antes de despedirse les confirma en lo que ya les ha dicho en otros momentos: desde ahora serán ellos los que saquen adelante el anuncio del evangelio, la conversión de los hombres en discípulos suyos y la preparación del advenimiento del Reino. “Seréis testigos de esto”, les dice. “Esto” no es un reino político y humano, como piensan todavía. “Esto” es que Él es el Mesías que ha muerto y ha resucitado y ha hecho posible que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Su testimonio no se fundamentará en especulaciones, en ideas u opiniones personales sino en acontecimientos históricos y en las instrucciones que él les ha dado.

Tendrán que comenzar por Jerusalén. Pero su patria será “el mundo entero”. No han de tener miedo, aunque son poca cosa. Porque les enviará “lo que el Padre ha prometido”: el Espíritu Santo. Con esa fuerza y ese poder de alto nada ni nadie podrá detenerlos e impedir que cumplan su misión. Ahora nos toca a nosotros. Los discípulos actuales de Jesús tenemos que decir a todos y en todas partes que Jesucristo es el único Salvador de los hombres y la única respuesta válida para las grandes aspiraciones y anhelos que alberga todo corazón humano. Nos toca “ser testigos de Jesucristo”, comprometernos más que nadie en hacer un mundo que refleje que es criatura de Dios y patria común de hermanos. No lo vamos a tener fácil, porque querrán meternos en las iglesias y confinarnos en actos de culto. Pero iremos a la familia, a la universidad, al parlamento, a la ciencia y al arte, a todas partes. Y haremos presente la Palabra que da esperanza y el amor que supera los odios y las rivalidades. Somos tan poca cosa como los Apóstoles. Pero lo haremos, como lo hicieron ello. Porque contamos también con “la fuerza de lo alto”: el Espíritu Santo.

Parroquia Sagrada Familia