¡Gracias por vuestras vidas consagradas al Señor!
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
Queridos hermanos y hermanas consagrados al Señor: Os lo dije el primer día cuando inicié mi servicio y misión como pastor de esta Iglesia de Burgos: “Gracias a todos vosotros. Sois anuncio profético del Reino de Dios con la radicalidad de vuestra entrega y el testimonio de un amor fiel a Jesucristo. Sé que en los diversos lugares y campos de trabajo donde estáis presentes, según vuestro carisma, anunciáis a Jesucristo y lleváis la fuerza sanadora del Evangelio”.
Hoy, ante la proximidad de la fiesta de la Presentación del Señor, que celebraremos este próximo 2 de febrero, os lo quiero reiterar con mayor gratitud. Ese día clausuraremos el Año de la Vida Consagrada, convocado por el Papa Francisco. Permitidme que os recuerde con cariño algunas de las ideas que nos regaló en su Carta Apostólica con ocasión de la convocatoria: “Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas”.
Ya he podido unirme a vosotros para mirar al pasado con gratitud. He visitado todos los monasterios y diversas casas vuestras, me he encontrado con bastantes de vosotros y hemos realizado un vivo gesto de comunión en los tres encuentros tenidos en Burgos, Miranda de Ebro y Aranda de Duero. Os lo repito: Siento un profundo amor y cariño hacia la vida consagrada, contemplativa y activa, desde que era pequeño. ¡Cómo no agradeceros vuestra labor milenaria y actual en esta diócesis! ¡Cómo no entonar un canto de alabanza a Dios por la abundancia de generosidad y entrega de todos vosotros y de un número incontable que os ha precedido! Actualmente sois más de 1.300 consagradas y consagrados en esta diócesis, que estáis distribuidas en 31 monasterios de vida contemplativa (27 femeninos y 4 masculinos), y 80 comunidades de vida activa y apostólica (58 comunidades de religiosas y 22 de religiosos).
Ello nos ha de llevar a vivir el presente con pasión y misericordia. Hemos de interpelarnos sobre la fidelidad al amor incondicional a Jesús que nos ha llamado y sobre la misión que nos ha confiado. Procuremos que nuestros ministerios, obras y presencias respondan a lo que el Espíritu ha pedido a nuestros fundadores y sean adecuadas para abordar su finalidad en la sociedad y en la Iglesia de hoy. Tengamos amor intenso por nuestro pueblo, compartamos sus penas y sus alegrías. Seamos expertos en comunión, viviéndola en medio de las tensiones y enfrentamientos de nuestro mundo.
Abracemos el futuro con esperanza. Conozco las dificultades que la vida consagrada tiene en nuestros días, pero –más allá de los números, la edad, las obras y la aparente eficacia– está Cristo, la esperanza que no defrauda. Por ello, hago nuestras, de toda la diócesis, las expectativas que os señalaba el Papa: Vivir y comunicar la alegría de la fe; despertar al mundo con la profecía de vuestras vidas ofreciendo utopías que crean ámbitos del don, la misericordia y la fraternidad; hacer de nuestra Iglesia de Burgos (y de toda la Iglesia) la casa y la escuela de la comunión desde una profunda espiritualidad; salir de nosotros mismos para ir a las periferias geográficas y existenciales a anunciar el Evangelio realizando gestos concretos a favor de los más necesitados. Deseo y espero que toda forma de vida consagrada se pregunte –y nos ayude a preguntarnos a todos los creyentes burgaleses– sobre lo que Dios y la humanidad de hoy nos piden.
Sé que la sociedad y la Iglesia burgalesas no serían lo mismo sin vuestras vidas consagradas al Señor en el pasado y en el presente. Sabéis que estoy dispuesto a compartir vuestras preocupaciones e inquietudes, pues toda vida consagrada es un hermoso tesoro y un don para la Iglesia. Espero poder construir en diálogo fraterno el futuro que se nos presenta, para que entre todos y cada cual desde sus carismas procuremos seguir comunicando al mundo la alegría de la fe y el Evangelio de la misericordia.