Sólo el amor lo ilumina todo

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

 

 

Queridos hermanos y hermanas:

Sólo el amor lo ilumina todo. Es el lema que, en este tiempo difícil donde no cesan las guerras y las olas migratorias huyendo de pobrezas, donde germinan injusticias y secuelas de la pandemia, ofrece Cáritas en su campaña para esta Navidad.

Si solo el amor es capaz de dar luz y sentido a nuestra existencia, ¿por qué percibimos más de lo que quisiéramos tristezas y vacíos? ¿Por qué en ocasiones nos dejamos vencer por la soledad, el miedo o la angustia? ¿Cómo hemos de disponer nuestro corazón para que amanezca la luz que ilumine nuestras propias oscuridades y las de nuestros hermanos?

Quizá es tiempo de hacernos preguntas, de ser y hacernos Navidad, de ponernos en camino para que, acogiendo al Niño Dios, podamos llevarlo a los demás para que haga del amor el faro que lo ilumine todo.

Desde Cáritas, nos invitan a mirar a los demás «con sonrisa y ternura, sin juzgar y tratando de comprender», a escuchar «con paciencia para acoger y recibir, para acortar distancias», a cuidar y ofrecer «algo de ti a los demás», a compartir «tu alegría, tu conversación, tu compañía, tu generosidad» y a escribir un compromiso que te propongas esta Navidad «para que empieces el año nuevo con deseos de hacer el mundo mejor» de la mano de Dios y bajo la acción de su Santo Espíritu.

Una invitación a ser luz en el corazón de una sociedad herida y a mantener viva la confianza: alumbrando vidas, cosechando los anhelos que un día se perdieron por el camino y prendiendo la ilusión en los ojos de nuestros hermanos y en los nuestros con el impresionante mandamiento del amor.

Esta semana celebramos también la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza: advocación que recuerda la delicada espera de María Santísima en los días previos al nacimiento de Jesús. La esperanza es una virtud, como dice el apóstol san Pablo, de una ardiente expectativa hacia la revelación del Hijo de Dios (Rom 8, 19). Por ello, nos dirige hacia un destino seguro: los brazos siempre acogedores del Padre.

Y volviendo el corazón hacia este anhelo cargado de eternidad, retomo unas palabras que el Papa Francisco pronunció durante el Ángelus del 15 de noviembre de 2015, donde definió la esperanza como «la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte». Porque nuestra esperanza «tiene un rostro: el rostro del Señor Resucitado». En este sentido, recalcó que la esperanza «no es algo, sino Alguien», tal como san Francisco exclama en las Alabanzas al Dios Altísimo: «¡Tú eres nuestra esperanza! (FF 261) y «no abandonará a todos los que esperan en él» (FF 287; cf. Sal 33:23).

Así, durante el Adviento, que es tiempo de esperanza ante el nacimiento del Niño Dios, la Virgen María va allanando el camino para la llegada de su Hijo al mundo. El que viene envuelto en pañales, revestido de «gran poder y gloria» (Mc 13, 26), nos enseña a celebrar una Navidad –cargada de amor y de luz– donde la única norma sea darse sin medida a los demás. ¿Cómo podemos hacerlo? Manteniendo encendido el fuego de la esperanza; pues, de otra forma, no dejaremos sitio a Jesús para nacer en nuestro corazón.

Con María, Madre de la esperanza, tomemos el relevo que nos ofrece Cáritas para estas fiestas navideñas. Porque, como reza su campaña, «necesitamos que brillen otras luces que nos hagan superar los miedos y prejuicios», y «que nos ayuden a confiar para que emerja de nuestro verdadero ser la solidaridad y la generosidad que nos habitan».

Al calor de esta preciosa espera, a los pies del portal de Belén, nos asimos con cuidado a la serena mirada de la Sagrada Familia de Nazaret. Y aferrados a su admirable belleza, abrimos de par en par el alma para que –dejándonos hacer por ellos– seamos capaces de experimentar que, cuando ponemos por entero la vida en las manos de Dios, solo basta el amor para iluminarlo todo.

Con afecto, os deseo una feliz celebración de este último domingo de Adviento.

Parroquia Sagrada Familia