Celebrando el Jubileo
Fidel Herráez Vegas (Arzobispo de Burgos)
En Burgos ya nos hemos incorporado a la celebración jubilar del Año de la Misericordia con una solemne celebración diocesana que tuvo lugar en la catedral. De este modo acogemos la invitación del Papa Francisco dirigida a toda la Iglesia para que sus miembros realicen una experiencia espiritual personal y comunitaria que pueda fructificar como proyecto de conversión pastoral y misionera.
En este horizonte y con este objetivo resulta especialmente iluminador y estimulante el mensaje que el Papa nos ha dirigido con gestos y con palabras en la apertura solemne de la Puerta Santa, que ha sido un ejercicio genuino y auténtico de misericordia. Con sus gestos y con sus palabras, y con el doble momento del rito de apertura del Año Santo, ha mostrado de modo visible lo que significa la misericordia.
Es una novedad en la historia de los años jubilares de la Iglesia que su inicio no haya tenido lugar directamente en Roma sino que se haya anticipado en Bangui, la capital de la República Centroafricana el día 29 de noviembre. La elección del lugar es un gesto profético de misericordia realizado ante la Iglesia y ante el mundo. En un país martirizado, sometido a la violencia étnica y religiosa, con multitud de refugiados y de pobres se hizo presente Francisco, según escribió en su cuenta oficial de Twitter, “como peregrino de paz y como apóstol de esperanza”. El Papa mostraba de este modo que el corazón de la Iglesia se encontraba entre los más olvidados y abandonados, para que su dolor y sus ilusiones hagan palpitar el corazón de toda la Iglesia.
Bangui se convertía gracias a ello, según las palabras del Papa, en la capital espiritual del mundo. En esa tierra que padece la guerra, el odio y la incomprensión están presentes todos los países del mundo que están pasando por la cruz de la persecución y de los conflictos bélicos.
Este acto fundamental de misericordia se concretó en otras expresiones significativas de misericordia: la visita a un campo de refugiados, a un hospital para niños especialmente afectados por la miseria y la guerra, a una mezquita tras la cual invitó al imán a acompañarlo en su propio coche. Todos ellos son actos de misericordia de los que habla expresamente en la bula de convocatoria Misericordiae vultus.
El testimonio de la misericordia suscitó también la conversión del mal y del pecado que habita en el corazón humano. Así lo expresó la presidenta del país: pidió perdón en nombre de toda la clase dirigente y de los responsables de ese “descenso a los infiernos” que estaba experimentando aquella tierra y animó a todos sus compatriotas a hacer lo mismo tras recibir al Papa Francisco, para que el perdón sincero y la gracia divina consoliden un nuevo camino para la reconstrucción de la convivencia.
Ya en Roma, y en el acto realizado en la basílica de San Pedro, en el marco de la celebración de la Inmaculada, el Santo Padre proclamó el primado de la gracia que se convierte en motivo de alegría al ver no sólo que Dios perdona al pecador sino que, como en el caso de María, es capaz de prevenir la fuerza y la amenaza del pecado.
Nosotros, como comunidad eclesial, hemos celebrado la apertura de la Puerta Santa en nuestra diócesis en nombre de todos y a favor de todos, de los miembros de la Iglesia y de todos nuestros conciudadanos, con la esperanza de que el Año Santo y el ejercicio de la misericordia puedan contribuir al encuentro mutuo y al bien común.
Os invito a participar en las actividades de este jubileo. Y deseo, en palabras del Papa, que el acto simbólico de atravesar la Puerta Santa nos ayude a sentirnos protagonistas de la historia del amor de Dios, y que crezca en todos nosotros la convicción de la misericordia para salir, como el buen samaritano, al encuentro de cada ser humano allí donde se encuentre.