Gracias, perdón, ayudadme
Francisco Gil Hellín (Arzobispo de Burgos)
Ya sabéis por los medios locales de comunicación que el papa Francisco ha aceptado la renuncia que le presenté al cumplir los setenta y cinco años el pasado 2 de julio; y que ha nombrado como nuevo arzobispo a don Fidel Herráez, hasta ahora obispo auxiliar de Madrid. Dado que él tomará posesión oficial el próximo sábado, día 28, a las 12,30 de la mañana en la Catedral, mi colaboración de hoy será la última que escriba en esta columna dominical.
Pienso que sería una descortesía con quienes, de modo habitual o esporádico, la habéis leído a lo largo de trece años y medio, no despedirme de vosotros y, por vuestro medio, de las personas que forman parte de vuestro entorno. Más aún, dado que en la despedida oficial que tuve ayer en la catedral muchas personas no pudieron asistir debido a sus compromisos familiares y profesionales –aunque asistió una nutrida corona de sacerdotes, religiosos y fieles- quiero aprovechar estas líneas para hacerles llegar mi última palabra como Pastor de la diócesis.
Me gustaría deciros, en primer lugar, que agradezco al Señor haberme concedido la gracia de ser obispo vuestro durante casi catorce años. Ello ha hecho posible que haya podido hacerme presente en todas y cada una de las parroquias de la diócesis y experimentar las profundas raíces cristianas y la hondura humana de esta noble tierra castellana. Es verdad que vuestro carácter, recio y adusto, no es exuberante en la manifestación de los sentimientos que hay en vuestro corazón y contrasta notablemente con el de mi tierra de origen; pero, cuando se os conoce, resulta muy gratificante descubrir que es verdad que los castellanos son gente noble, leal y que sabe querer. Gracias, pues, por todo lo que habéis hecho por mí mientras he compartido vuestra vida. Puedo aseguraros que os he querido de verdad y que habéis sido la razón de ser de mi vida. Burgos ha sido, además, la primera y única diócesis que he pastoreado. Y ya se sabe que el primer amor tiene algo de especial.
A pesar de esto, tengo la certeza de no haber hecho siempre las cosas bien. El ser obispo no impide que sea hombre y lleve conmigo las limitaciones que acompañan a todos los humanos y las que son específicas mías. Sé que cuento con vuestra benevolencia y comprensión y que sabréis concederme el perdón y disculpa que desde aquí os pido. Gracias también por ello.
A partir de ahora mi principal ocupación será servir a la Iglesia y, por tanto, a vosotros con mi oración y mis pequeñas cruces de cada día. Los obispos y los sacerdotes no nos retiramos nunca de nuestro servicio pastoral sino que lo ejercemos en cada momento según la Providencia nos lo va marcando. Me consuela reflexionar en este pensamiento de una antífona que rezamos en el Oficio divino: “Este es el pastor bueno y solícito, el que reza mucho por su pueblo”. Tened la certeza de que me acordaré de vosotros en la misa de cada día y ante la Virgen de la Fuensanta de Murcia. Os agradezco de antemano, que vosotros recéis también por mí, para que sea fiel hasta el final de mis días.
El próximo sábado, a las 12,30 en la catedral don Fidel tomará posesión como arzobispo de la diócesis. Queredle de verdad y escuchad sus palabras con docilidad y amor, y, desde el primer momento, rezad y sacrificaos por su persona y ministerio.
Dado que las Navidades están ya a la puerta, aprovecho para felicitaros esas fiestas tan entrañables y desearos que el Año nuevo os llene de gracia y bendiciones y que traiga un puesto de trabajo para cuantos no lo tenéis. Haced particularmente extensiva esta felicitación a los enfermos, a los ancianos y a los niños que haya en vuestra familia.
Un fuerte abrazo y hasta siempre.