La catedral de Burgos cumple 800 años

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

mario iceta

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Este martes, 20 de julio, se cumple el 800 aniversario de la colocación de la primera piedra en nuestra catedral de Burgos. Una fecha, sin duda, especial, que abre la senda de una esperanza que no se marchita y que nos recuerda cómo Dios, cuando más elevada es la finitud de nuestra existencia, edifica para hacer, con nosotros, la historia de amor jamás imaginada.

Sois templo de Dios, reza el lema de este Año Jubilar, desde la voz de san Pablo a los Corintios (1a Cor 3, 16). Un eco que hoy resuena, a corazón abierto, en cada una de las paredes de nuestra catedral: una morada inundada de belleza para el alma, de quietud para el espíritu y de bálsamo para las heridas.

Dios, a golpe de latido, quiere hacer de la humanidad su morada, situando su santuario en medio de nosotros por los siglos (Ez 37,27; cf. 43,7), como piedras vivas para un sacerdocio santo (1 Pe 2,5), haciéndonos templo suyo para que el Espíritu Santo nos habite por dentro (1 Cor 3,16).

Y, a la luz de este sentir, pongo mi recuerdo en el obispo Mauricio; quien, en 1221, que junto al rey Fernando III el Santo, colocó la primera piedra de la nueva catedral de Burgos para convertirla, por la inconmensurable gracia de Dios, en el edificio más emblemático del gótico español.

La catedral, pilar fundamental en torno al que se estructura la celebración de este centenario, es un sueño de Dios, un símbolo que encarna la vida cristiana. Desde su corazón de carne, aunque su rostro esté revestido de piedra, han brotado raudales de cultura, de fe, de caridad, de misericordia y de humanidad durante 800 años.

Desde la primera piedra, que simboliza al propio Cristo como «piedra angular», el sueño de Dios Padre se fue fraguando en cada uno de sus rincones. De esa manera, «el Verbo se hizo carne» hasta habitar entre nosotros (Jn 1, 14).

800 años de vida, y una vida en abundancia. 800 años en los que Dios eterno se introduce en el tiempo y planta su tienda en los lugares más insospechados para habitar el corazón de las personas. 800 años de humanidad, siendo testigo de una historia que lleva inscrito el reflejo compasivo de su nombre.

El Jubileo del VIII centenario de la catedral ha de ayudarnos a asimilar esta presencia de Dios entre nosotros. Un Dios que camina sin descanso y con premura en los renglones, a veces problemáticos, de nuestra historia. Un Dios que ampara con sumo cuidado cada uno de los pasos que han recorrido –a veces de puntillas– las naves de nuestra hermosa catedral. Y un Dios que guarda –con la delicadeza de quien forja salvación tras las ruinas del descarte– cada oración de petición, templada o agradecida de quienes se acercan a la catedral para encontrarse con Él bajo la mirada amorosa de Santa María la Mayor.

Nuestra catedral de Santa María de Burgos, casa de Dios y de todos, encierra un mensaje religioso, artístico y cultural que te lleva al único paraje donde nace el canto más bello de amor: al corazón mismo del Padre. En ella todos tienen su puesto en la mesa de Cristo, todos son esperados y acogidos.

En la Santísima Virgen, conocida como la Mayor, a quien está dedicada esta catedral, ponemos nuestra esperanza y nuestra gratitud. Amor inconmensurable que Ella ha sostenido, habitado y cuidado durante estos 800 años, más allá de nuestras faltas o ingratitudes, y que nos impulsa a servir y a amar, en cada calzada por pisar y en cada aprendizaje por vivir. Feliz cumpleaños a nuestra catedral. Muchas felicidades queridos burgaleses por esta maravilla que mostramos con orgullo y agradecimiento.

Con gran afecto, recibid la bendición de Dios.

Parroquia Sagrada Familia