Pentecostés, el Espíritu que edifica el Reino de Dios

Mario Iceta Gavicagogeascoa (Arzobispo de Burgos)

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Queridos hermanos y hermanas:

 

«Los sueños se construyen juntos». Con este lema, inspirado en la carta encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti, celebramos hoy, en la solemnidad de Pentecostés, el Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar.

¡Qué importante es soñar juntos!, recuerda el Santo Padre en el pasaje número 8 de esta exhortación que pone en la fraternidad y en la amistad el rostro profundo del Evangelio. Juntos, haciendo visible la alegría de la Resurrección, siendo todos uno en el Amor. Juntos, para cumplir –en un renovado Pentecostés– el sueño infinito de Dios. Juntos, en definitiva, formando un solo corazón, siendo una sola carne, viviendo un mismo sentir.

La Comisión Episcopal de Laicos, Familia y Vida enmarca esta Jornada en el Congreso de Laicos que celebramos a principios del año pasado. A la luz de aquellos días, vividos en torno a la Palabra, y en este contexto actual marcado por esta pandemia que ahora nos abate, debemos continuar remando como Iglesia con el fin de hacer realidad los deseos, las esperanzas y los sueños expresados en aquel Congreso.

Sueños que no terminan, porque no son nuestros, sino de Dios; y Él, cada día, los hace nuevos en su presencia. Sueños para la Iglesia que peregrina en España y que anhela alcanzar un renovado Pentecostés. Sueños sellados, a corazón abierto, por la senda del discernimiento, de la corresponsabilidad y de la sinodalidad, como nos indica el Papa Francisco.

«Dios nos habla en la historia», destacan los obispos de la Comisión en su mensaje para el día que celebramos hoy. Por ello, tenemos el reto de descubrir la voz del Padre «en el grito de cada ser humano que encontramos en nuestro camino, aprendiendo a escuchar para sanar las heridas y liberar a las personas, generando espacios de escucha». Y siendo conscientes de que los laicos no son «actores secundarios», sino «protagonistas», junto con los pastores y los miembros de la vida consagrada, «de la misión de anunciar el Evangelio».

Queridos laicos que conformáis la inmensa mayoría del Pueblo de Dios: sois la unión que hace la fuerza, sois el sueño de Dios que da vida a la promesa y sois la esperanza cuando pueda parecer que nos faltan las fuerzas. La fuerza que viene del Espíritu Santo que el Padre nos envía en este día con y a través del Hijo.

Y, por eso, la sociedad, la Iglesia y los pastores os necesitamos más que nunca. La sinodalidad debe conducir a una «comunión viva» entre todos y cada uno de los agentes que constituimos esta Casa Común, gracias al «alimento diario de la Eucaristía». Porque no podemos olvidar que el fundamento de todo, que la centralidad de nuestra fe, nace del milagro del altar donde Cristo se nos dona sin medida. Pan y vino que se hacen Cuerpo y Sangre de Cristo por amor. Y, de ahí, de esa ofrenda que baña, de principio a fin, nuestro corazón creyente, nace el sueño de una Iglesia sinodal, fraterna, amiga, en salida; que acompaña, que tiende puentes y que construye horizontes donde acampan el frío, la desnudez y la sequedad.

Es necesario, pues, que volvamos a redescubrir que «lo propio y peculiar de los laicos”» (LG, n. 31) es vuestro compromiso en la vida pública, en todos los rincones de la sociedad. Una responsabilidad a veces silenciosa que, como destaca el Papa en Fratelli tutti, anhela una Iglesia «que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad (…) para tender puentes, romper muros y sembrar reconciliación (FT, 276)».

En esta solemnidad de Pentecostés, Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, nos encomendamos a las manos maternas de la Virgen María, para que Ella nos ayude a encarnar el mensaje evangélico del amor, del perdón y de la misericordia. Con Ella, aguardamos la promesa de lo alto, el don del Espíritu Santo. Ella nos ayuda a acogerlo que fructifique en nosotros. Juntos, en el testimonio y en la palabra, hagamos realidad los sueños de Dios.

 

Con gran afecto, recibid mi bendición y felicitación en este día de Pentecostés.

Parroquia Sagrada Familia