Evangelio del domingo, 17 de enero de 2021
Puedes ver la misa del sábado tarde aquí:
San Juan Bautista preparaba al mundo de su época y de su región para el momento de la revelación de Jesucristo, el Mesías prometido, esperado por el pueblo de Israel, se revelará públicamente.
El Bautista predicada la conversión, el cambio de vida. Y el Bautismo que impartía era un Bautismo de conversión; era como la aceptación de la conversión que se realizaba en aquéllos que, motivados por su predicación, deseaban cambiar de vida.
En esa preparación del camino del Mesías, San Juan Bautista predicaba, bautizaba y, además, tenía algunos discípulos.
En el Evangelio de otro Juan, San Juan Bautista nos ha dado esta bellísima revelación:
“Yo no lo conocía (a Jesús, el Mesías prometido), pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: ‘Verás al Espíritu bajar sobre aquél que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él. ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que éste es el Hijo de Dios” (Jn. 1, 33-42).
Nos dice el Evangelio de hoy lo que sucedió al día siguiente de esta confesión. Estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos: Andrés y Juan, y al ver que Jesús iba pasando, les dijo: “Este es el Cordero de Dios”. Cuando los dos discípulos oyeron al Precursor del Señor identificar a Jesús como el Mesías tan esperado por el pueblo de Israel, lo buscaron para seguirlo. Ellos sabían de Quién se trataba, pues eran discípulos de San Juan Bautista que los había preparado para la venida del Mesías. De allí que inmediatamente siguieron a Jesús.
Todo cristiano es llamado a seguir a Cristo en la santidad y en el apostolado y la evangelización. Pero también en las actividades religiosas –y también en otras menos importantes- corremos el riesgo de querer lucirnos, de buscar poder, de pretender ser apreciados por lo que hacemos. Pero la enseñanza de San Juan Bautista es crucial: debemos disminuir para que el Señor crezca; debemos opacarnos para que el Señor brille; debemos desaparecer para que el Señor se muestre; debemos escondernos para que sea el Señor el único que luzca.
Así otros podrán reconocer a Jesús como el Salvador y seguirlo como lo siguieron Juan y Andrés. Ellos ni lo pensaron. Enseguida comenzaron a caminar detrás de Jesús. Y éste, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscan?” Ellos quieren conocer al Mesías y El les pregunta sobre sus intenciones, porque de nada vale seguir al Mesías si no estamos dispuestos a entregarnos a El del todo.
Lectura del santo evangelio según san Juan (1,35-42):
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
«Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
«¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo:
«Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo:
«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»
Palabra del Señor