Evangelio del domingo, 24 de mayo de 2020
La campana suena igual, aunque la cambien de sitio, dice el adagio popular. La campana de la Ascensión ha cambiado de sitio -del jueves al domingo- pero sigue sonando igual el misterio que en ella se celebra. Antes y ahora la Ascensión es una solemnidad de inmensa alegría, de firme esperanza y de fuerte compromiso. De alegría, porque Jesús, victorioso del pecado y de la muerte, sube hoy al lado de su Padre en el Cielo. De firme esperanza, porque no sube solo. Nosotros subimos con él. Él es la Cabeza, nosotros los miembros, Él y nosotros formamos su Cuerpo Místico. Por tanto donde Él ya ha llegado, llegaremos un día nosotros. De compromiso, porque al subir al Cielo nos ha dejado este mandato: "Id al mundo entero y haced discípulos míos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
Los discípulos de Jesús no somos personas descomprometidas, apocadas y con una personalidad incapaz de afrontar y resolver los problemas que conlleva la existencia humana en este mundo. La religión no sólo no es el opio del pueblo, sino su acicate, su estímulo y su fuerza para arremangarse y mirar de frente el trabajo, el dolor, la enfermedad, como ahora han demostrado tantos médicos, enfermeras, personal de servicios de supermercados, ejército, familias con hijos pequeños, sacerdotes y un largo etcétera. Se han jugado la vida muchas veces, precisamente porque sabían que éste era ahora su camino hacia el cielo.
No obstante, sabemos que la tierra no es nuestra Patria. La Patria es el Cielo. Aquí estamos de paso, pero bien comprometidos; alli, descansaremos y gozaremos para siempre. ¡Pobres de nosotros si contáramos únicamente con nuestras fuerzas, tan limitadas y débiles! Para fortuna nuestra, Jesucristo nos ha dejado en la última línea del evangelio de san Mateo, que leemos en la misa de este domingo, este mensaje: "Yo estaré con vosotros todos los días has ta el fin del mundo". Él hará por nosotros lo que nosotros no podemos. Y, cuando tenga que levantarnos del suelo de nuestros pecados, seguirá a nuestro lado.
Conclusión del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».