Misa del domingo 10 mayo 2020
Estamos en el Cenáculo. Jesús acaba de celebrar la Pascua con sus discípulos. Sabe que es la última vez que lo hará en este mundo, pues la pasión y la muerte están a la puerta. Por eso, hace con los que le han seguido siempre, pese a tantas vacilaciones y tropiezos, lo que hacen los esposos, los novios y los amigos en la última conversación: abre su corazón y va sacando de él perlas con las que se puede formar un collar espiritual maravilloso. lmposible recogerlas todas. Nos quedamos con tres.
La primera es ésta: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Voy a prepararos una. Cuando la haya preparado, volveré a vosotros para llevaros conmigo". No puede decirles, ni decirnos, palabras más consoladoras. Porque lo que ellas revelan es que, mediante su muerte y resurrección, nos abrirá a los suyos las puertas del cielo, para que, cuando dejemos este mundo, vivamos para siempre con Él.
La segunda perla suena así: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Dios no se puede revelar completamente al hombre, porque sería intentar meter el mar en un vaso de agua. El hombre, por tanto, no puede ver a Dios en este mundo. Lo verá luego. Pero ya desde ahora puede contemplar el rostro de Dios. Jesús nos muestra ese rostro. Por eso, Él es el camino para ir al Padre. No hay otro.
La última perla está en estas palabras: "El que cree en Mí hará las obras que yo hago. Incluso mayores". No es una hipérbole ni una concesión populista. Es la verdad. Los que crean en Jesús, es decir, quienes le conocen, aman y siguen no son superhombres, pero harán obras extraordinarias y sobrehumanas. Porque Jesús les ha trasferido su misión, su poder y su presencia de modo permanente.
Al cabo de los siglos vemos que la promesa iba en serio. De hecho, mientras sus obras tuvieron por escenario el espacio de Palestina y unos pocos años, sus discípulos las han realizado en todo el mundo y las seguirán haciendo a lo largo y ancho del tiempo y de la geografía. Tú y yo podemos hacer lo mismo. En nuestra vida personal, familiar, profesional y de relaciones podemos hacer maravillas, pese a nuestra pequeñez basta que no dejemos el Camino: Jesucristo.
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-12):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice:
«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?».
Jesús le responde:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre».