Evangelio del domingo, 15 de diciembre de 2019
Tened paciencia. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía» (2.ª lectura: Santiago 5, 7-10). Es el consejo que da Santiago a los suyos. Y nos viene como anillo al dedo, pues a nosotros nos gustaría que se notase más la acción de Dios. Nos gustaría que los sueños de Isaías se cumplieran ya (1.ª lectura: Isaías 35, 1-6a.10). Pero la acción de Dios no es así. «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?», preguntan a Jesús. Nosotros nos preguntamos: ¿esperamos a otro o somos capaces de aceptar a Dios tal y como es? Nos sirve muy bien la respuesta de Jesús: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!» (Evangelio: Lucas 11, 211).
¿Nos defrauda Jesús porque queremos que la presencia de Dios sea avasalladora, fulgurante? Lo primero de nuestra fe es abrir el corazón, aceptar a Dios como se muestra en Jesús. ¡Ten paciencia, Señor, con nosotros!
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11):
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»