Evangelio del domingo, 17 de noviembre de 2019

Jesús y sus discípulos se encuentran en Jerusalén frente al Templo, extasiados por esa joya reedificada y embellecida por Herodes el Grande. No son los únicos que sienten esa emoción. Algunos no pueden contenerse y dicen sin rubor: ¡qué maravilla! Jesús lo escucha e interioriza. Luego pronuncia una triple profecía: una para el futuro inmediato, otra para el futuro lejano y otra para el futuro final, cuando desparezca este mundo. La primera profecía es escueta: “No quedará piedra sobre piedra”. La segunda también es clara y cortante: “Habrá guerras y revoluciones”. La última es más amplia: “Todos os odiarán por causa de mi nombre. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

La primera ya se ha cumplido. Jesús la hacía hacia el año 30. Cuarenta años más tarde, el ejército de Vespasiano arrasaba Jerusalén y prendía fuego al Templo, calcinándolo todo. La segunda se ha cumplido también, aunque se sigue y seguirá cumpliéndose. ¡Cuántas guerras y revoluciones han tenido lugar desde entonces! Hoy mismo arden Chile, Bolivia y Hong Kong, y Venezuela es un polvorín que puede explotar en cualquier momento. Cuando estas se pacifiquen, surgirán nuevos conflictos, porque esa es la soldada del pecado. La tercera ha comenzado a cumplirse, aunque ignoramos si estamos en el preludio o en el final. Basta echar un vistazo al mapa de las persecuciones para verificarlo de inmediato.

Ser cristiano está mal visto en muchas latitudes del mundo. Más aún, ser cristiano se paga con una persecución abierta, descarada y violenta en muchos países donde imperan las dictaduras o, en las democracias liberales, como ocurre en Europa y España, con persecuciones más solapadas pero también crueles y radicales mediante la burla, la ironía malévola, el sarcasmo y la mentira. Lo más probable es que la realidad se envenene aún más. ¿Qué hacer? Jesús no sólo hizo las profecías sino que nos indicó el modo de reaccionar: fiándonos de Dios y siendo fieles a nuestra fe. Dios cuida amorosamente de nosotros, pues, “hasta vuestros cabellos están contados. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-19):

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Parroquia Sagrada Familia