Evangelio del domingo, 11 de agosto de 2019

La celebración central de nuestra vida cristiana es la Pascua, es decir, la actualización de la muerte y resurrección de Jesucristo. En los domingos llamados del tiempo ordinario (que son los 34 domingos fuera del tiempo pascual y el de Navidad) la Iglesia nos va invitando a profundizar y a vivir el seguimiento de Jesús en las realidades concretas y diversas de la vida cristiana.

Hoy es el domingo XIX del tiempo ordinario. En la Palabra de Dios que se nos ha ofrecido se nos invita, en primer lugar, en el Libro de la Sabiduría, cap. 18, 6-9, a saber con certeza en qué promesas creemos para ir recorriendo bien fundamentados el vivir de cada día.

Como respuesta a esa primera lectura, si nuestra fe es viva y coherente, deberíamos hacer nuestro el Salmo responsorial, Sal. 32, orando personal y comunitariamente así: “Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (Sal. 32, 20.22).

En el tercer texto de la Palabra de Dios, de la Carta a los Hebreos, se nos dice que la fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve (Heb 11, 1), y son citados Abraham, Isaac, Jacob, Sara, y tantos millones de personas que podrían también citarse, que a lo largo de la historia vivieron fundamentados en esa fe.

En el Evangelio, a través de tres sencillas parábolas, se nos anima a estar vigilantes, concretando también esa vigilancia en amor y ayuda a los demás (cf. Lc 12, 33).

Resumiendo: Podemos acoger esta Palabra de Dios de hoy como una nueva llamada a seguir poniendo a punto las tres virtudes fundamentales de nuestra vida cristiana: la fe, la esperanza y la caridad, realidades básicas a las que desde el conjunto de la revelación cristiana se nos evidencia que a cada una debemos añadirle su necesaria y correspondiente concreción: fe viva, esperanza activa y amor concreto. Aquí cada uno de estos adjetivos (viva, activa y concreto) no recorta al sustantivo, es decir, a la realidad (fe, esperanza y amor), sino que lo concreta y lo dinamiza:

Fe viva: es decir, una fe que sustente la vida del seguidor de Jesucristo; que dé fundamento a lo que se espera y garantía de lo que no se ve (Heb loc cit.); que haga posible vivir con la seguridad de que Él está presente realmente con nosotros, aunque de otra manera a como lo estuvo en su vida en la tierra: Él nos dijo: “Sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28 20).

Esperanza activa: es decir, que nos implique a ir realizando el Reino de Dios a través del amor, hecho fraternidad, solidaridad, servicio, comunidad: el esperante es un operante; y que nos comprometa ya desde ahora a ir haciendo posible, en la vida real y en la medida que sea factible, aquello que Dios nos ofrece en plenitud al final de nuestro recorrido.
Amor concreto: es decir, un amor que vaya animando y se vaya concretando en la vida nuestra de cada día; un amor de obras y de verdad; un amor que evangeliza, porque da a conocer a los demás que Dios es Amor.

A esto nos invita a todos la Palabra de Dios de hoy y, para que lo vivamos, Él nos va a ofrecer su ayuda en la Eucaristía.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,32-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

Pedro le dijo:

«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».

Y el Señor dijo:

«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Parroquia Sagrada Familia