Evangelio del Domingo, 19 de Julio de 2015

El evangelio de hoy tiene una especial importancia y actualidad. Porque trata de las primeras vacaciones cristianas de las que tenemos constancia. Jesús había enviado a sus apóstoles a predicar y sanar enfermos. A la vuelta, se da cuenta de que han trabajado en serio y que están muy cansados. Y en lugar de enviarles a una nueva actividad, les invita a hacer lo que hacía Él: retirarse a un lugar tranquilo y reponer fuerzas.

Sabía que el hombre, además de trabajar y esforzarse en una actividad seria, necesita también reponer fuerzas físicas, psíquicas, intelectuales y espirituales. Por eso, invitó a los apóstoles a descansar y nos invita a nosotros a tomarnos unos días de vacaciones. Sabe de sobra que el ritmo laboral actual es, con frecuencia, frenético; sobre todo, en las grandes ciudades, donde al trabajo hay que añadir el cansancio de largos e incómodos desplazamientos.

Cuando se vivía en una cultura rural y en continuo contacto con la naturaleza, las vacaciones no eran tan necesarias. Hoy suelen ser indispensables. Para la mayor parte de la gente, son la única ocasión para reponerse un poco, para hablar de forma distendida con el propio cónyuge, para jugar con los niños, para leer un buen libro o contemplar el silencio de la naturaleza y la belleza de un amanecer y un atardecer.

Por eso, convertir las vacaciones en un frenético ir y venir, es destrozarlas. Vacaciones, por tanto, sí, pero que sean verdaderamente tales y no volvamos más cansados que cuando las iniciamos. Pero puedo ocurrirnos como a Jesús: Él organizó un periodo de descanso para sus apóstoles, pero al bajar de la barca no se encontró con un lugar solitario –como había buscado- sino con un lugar donde se había congregado muchísima gente, que ansiaba escuchar su palabra. Y ¡se vino abajo el plan! De tal modo, que, dice el evangelio, se puso a enseñarles con calma. A nosotros puede ocurrirnos también que se nos cruce una necesidad urgente y grave, y tengamos que posponer nuestros planes vacacionales.

Jesús nos da también ejemplo de cómo reaccionar: atendamos esa urgencia y ofrezcamos a Dios nuestro cansancio. Y, si es posible, con una sonrisa.


Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,30-34):

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Él les dijo:

«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»

Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Parroquia Sagrada Familia