Evangelio del domingo, 4 de noviembre de 2018

Nada menos que seiscientos trece eran los mandamientos que encontraban los escribas del tiempo de Jesús en la Ley de Moisés. Imposible saber cuál era el más importante. Un día quiso averiguarlo un doctor de la Ley, deslumbrado, probablemente, por la enseñanza de Jesús. Vino, pues, y le preguntó con absoluta claridad: “Maestro, ¿cuál es el principal mandamientos?” Jesús tampoco se fue por las ramas y los distingos sino que le contestó con idéntica claridad: “El primero es: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, son toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Pero añadió, sin que se lo hubiese preguntado: “El segundo es este: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y para que no quedara la más mínima duda, sentenció: “No hay mandamiento mayor que éstos”.

Nunca agradeceremos bastante a este doctor que formulase su pregunta, porque es un asunto de extrema importancia. Tampoco agradeceremos bastante a Jesús que nos manifestara con tanta claridad que el camino que hemos de recorrer en la vida tiene dos amores inseparables: el amor a Dios y el amor al prójimo. Los dos. Evidentemente, el amor a Dios ocupa el primer puesto. Sin embargo, los hombres seguimos empeñados en tergiversar las cosas.

Para unos, lo único importante es amar a Dios sin preocuparse del amor al prójimo. Para otros, por el contrario, lo importante es amar al prójimo. Jesús nos recuerda hoy que es una ilusión amar al Padre y no a los hijos y al revés: amar a los hijos y no amar al Padre. Que, a la postre, de eso se trata: Dios es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos. Pero Jesús no se contentó con decir que estos dos amores son lo más importante sino que puntualizó cómo debían realizarse: con toda nuestra mente con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser. Un amor, en definitiva, totalizante de nuestra persona y de nuestra capacidad de amar.

Quizás no esté de más que nos preguntemos: ¿cómo es mi amor a Dios? ¿Me acuerdo de él, le prefiero al dinero, al poder y al placer o le pongo detrás de esos diosecillos? Y mi amor al prójimo ¿es verdadero? ¿Se nota en mi casa, en mi trabajo, en mis relaciones, en mis preferencias?

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»

Respondió Jesús:

«El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser."

El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.»

El escriba replicó:

«Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

«No estás lejos del reino de Dios.»

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Parroquia Sagrada Familia